Parece que la palabra sostenibilidad ya ha comenzado a estar presente en los grandes medios de comunicación de masas; y también en redes sociales. Los más hostiles y descreídos bromean utilizando palabras redundantes como “ecosostenible” y muchas otras. Y es que el hecho de estar todo el día anunciando el apocalipsis o utilizando expresiones como “crisis climática” y/o “emergencia climática”, ¿no contribuye a alimentar estas reacciones? La idea de apostar por la prohibición a través de normativa restrictiva en lugar de escoger incentivar determinados comportamientos, ¿no está generando un efecto boomerang? El medio ambiente es como todo. La actitud y la conciencia hacia el cuidado del medio ambiente también. Cada persona se encuentra en una situación diferente. Si nos fijamos en la pirámide de Maslow, el que no tenga cubiertas las bases de su pirámide – casa, trabajo, ingresos, salud -, ¿va a poder priorizar o dedicarle tiempo a mejorar su comportamiento ambiental? Seguramente no sea prioritario para esa persona. Y aplicado a las empresas, ¿las que anden muy justas con sus presupuestos para cubrir los gastos de personal van a tener margen para poder cumplir obligaciones que se recogen en, por ejemplo, la futura ley de movilidad sostenible, que parece que se centra más en prohibir que en incentivar? Habría que ser especialmente escrupulosos con todos estos temas y tener consideración hacia las personas.
Si nos limitamos a publicar lo mal que está todo o a señalar lo mal que lo hacen las empresas, ¿esto no genera como reacción natural un rechazo a todos estos temas? Otra cosa es centrarse en mostrar las soluciones. Las buenas prácticas que una organización ha puesto en marcha y los resultados que está consiguiendo con ellos. Es decir, aspirar a inspirar.
Está claro que las empresas van integrando a mayor o menor ritmo la sostenibilidad en sus organizaciones. Pero como ya he comentado en entradas anteriores, sostenibilidad además de variables sociales y ambientales, también implica variables económicas. Una empresa primero tiene que ser rentable y luego ya, entra en procesos de inversión y mejora continua.
Mañana miércoles comenzamos una nueva edición del curso “Diseño de planes de acción ODS para empresas” (1) . En el mismo, abordamos desde una visión realista cómo una empresa puede integrar la sostenibilidad en su funcionamiento. Ya no sólo importa qué producto o servicio ofrece la empresa, sino que parece importar también cómo lo hace. Con la aparición de las redes sociales, la mala experiencia de consumo pasó de compartirse a través del boca a boca con tus familiares próximos y/o con tus cuatro amigos, a compartirse con una mayor cantidad de público que te sigue en redes, que te lee en un blog o con quien intercambias en otras plataformas. Entró aquí entonces en juego la reputación corporativa; y está bien que una empresa esté alerta y escuche a sus grupos de interés. Tanto los internos como los externos. Pero también, hay que considerar que cualquier medida que una empresa ponga en marcha, cuesta tiempo y dinero. En nuestro curso, apostamos por centrarnos primero en los aspectos materiales de la empresa, aquellos en los que se genera más impacto, y partir de ahí seguir avanzando.
No se trata de pecar de ambiciosos sino de ir dimensionando planes de sostenibilidad realistas que tengan un propósito, un verdadero impacto y que permitan a la empresa ir mejorando de manera continua. No se trata de todo o nada. Todo es un proceso y todo siempre es mejorable. Me parece mucho más constructivo comunicar desde las soluciones posibles que poner una lupa imposible a todo lo que una persona y/o una empresa hace.
Lo escribe: PAZ HERNÁNDEZ PACHECO (2)
(2) http://www.linkedin.com/in/pazhernandezpacheco
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