Vivimos en un país que tiene una dependencia energética del exterior del 76,4% mientras la media de la Unión Europea de los 27 es de 53,8%, según el último informe del Eurostat. Es decir, tenemos que importar aproximadamente 3 cuartas partes de la energía que consumimos.
Este hecho tiene unas consecuencias muy graves para nuestra economía ya que cada año salen del país decenas de miles de millones de euros para importar energía. Eso por no hablar de los problemas ambientales, sanitarios y sociales que conlleva el que la mayor parte de la energía provenga de energías contaminantes y caras.
Si se pudiera cuantificar el dinero que se gasta anualmente en sanidad debido a enfermedades directamente relacionadas con la contaminación provocada por el uso de combustibles fósiles, podríamos estimar mejor el precio real de estas energías. Los combustibles fósiles, además, contribuyen a acelerar el cambio climático y contaminan, no sólo con su uso, si no con su transporte y los posteriores residuos.
A todo esto hay que sumar la complejidad del modelo energético español, con un déficit de tarifa que se incrementa año a año y una factura eléctrica cara y oscura. Tanto es así que hay un chiste que circula entre la gente del sector que viene a decir que “si te explican cómo funciona la factura eléctrica y lo entiendes, es que te lo han explicado mal”.
Sorprende que, a pesar de todo esto, no se hable apenas de energía, especialmente a nivel político. Por ejemplo, en las últimas elecciones generales fue un tema que pasó desapercibido y al que sólo se hizo alguna referencia puntual.
Por todo ello, creo que ha llegado el momento de que haya un debate serio, que incluya a todas las partes interesadas, sobre el modelo energético que queremos como país. Hay muchos caminos a elegir y la sociedad debe ser partícipe de este debate.
En mi opinión la apuesta tiene que ser clara, en primer lugar, por la eficiencia energética: “El kW más barato es el no gastado”. Hay muchas actuaciones que se pueden realizar en este sentido: la rehabilitación energética de edificios, el fomento del transporte público y del uso de la bicicleta en grandes ciudades, el cambio progresivo a vehículos que no dependan de combustibles fósiles, etc.
En segundo lugar, hay que apostar por las energías renovables, ya que son una fuente de energía inagotable, autóctona, que genera más puestos de trabajo, con mucho menor impacto ambiental o a la salud, más eficiente ya que favorece la producción de energía muy cerca de su lugar de consumo, y… muy pronto (por no decir “ya mismo”) serán más baratas.
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Desde la Asociación de Ciencias Ambientales (ACA) hemos propuesto una campaña en Twitter para que cada vez más gente conozca cómo funciona el modelo energético, y reivindicar su mejora.
De este modo, planteamos que los días 4 y 20 de cada mes se utilicen, respectivamente, los hashtags #EtiquetaEnergética y #BalanceNeto hasta que el gobierno apruebe dos de las medidas que vienen exigiendo desde el sector de la eficiencia energética y las renovables desde hace años. Además, en el caso de la etiqueta energética, llevamos ya una década de retraso sobre la Directiva Europea que lo exige.
Y hay que dejar mucho más claro que el 80 % de las medidas de eficiencia energética no necesitan de I+D, son cosas de las que ya disponemos como limitadores de caudal, grifos monomando, dobles ventanas…
Pero claro, si en casi 40 años hemos invertido menos ahí de que lo invertimos cada més en fósiles y así nos va.
Es muy importante vuestra labor de divulgación, y progreso.
Hay que tratar de sensibilizar a los ciudadanos del daño que nos estamos haciendo entre todos. El harakiri.
LA factura del petroleo es cada día más impagable.
El desarrollismo de infraestructuras que exige el abuso masivo del coche particular, provoca demasiado esfuerzo en nuestras arcas, gastando así mucho dinero, que hace más falta en otros servicios para la ciudadanía.
Por último quiero recordar que cada año en España mueren 16.000 ciudadanos por causa directa de la contaminación. Más otros muchos miles que quedan afectados cada año por enfermedades, o alergías graves, y finalmente crónicas.