Si realizáramos una encuesta en cualquier ciudad, pueblo o aldea de nuestro territorio acerca de la necesidad de la protección de bosques, riberas, lagunas o zonas montañosas, obtendríamos un amplio consenso en que efectivamente, hay que protegerlos. ¿Pero y un campo de cultivo, un huerto, un viñedo, un olivar o un campo de cereal….? El resultado sería radicalmente distinto, y obtendríamos muchas respuestas argumentando, que en esos lugares antropizados, solo se producen alimentos y no hay nada que proteger.
Según estudios realizados en diferentes grupos faunísticos: Invertebrados, Reptiles, Anfibios y Aves, aquellas especies ligadas a medios agrarios son las que han mostrado un declive mayor, siendo más fácilmente detectable en el caso de las aves, como así lo atestiguan los estudios realizados por la Sociedad Española de Ornitología a través de los programas de seguimiento de aves comunes llevados a cabo durante los últimos 20 años.
Las causas de esta silenciosa catástrofe ambiental son el abuso de pesticidas, la intensificación agraria y una grave simplificación del medio, que ha eliminado cubiertas herbáceas, linderos, sotos, vegetación riparia u otros retazos de vegetación natural, así como los cambios de usos del suelo y la transformación de secanos en regadíos o los cultivos herbáceos, por cultivos leñosos, en definitiva hemos transformado los ricos campos europeos en meras factorías de alimentos controladas por la oferta y la demanda.
Todos estos cambios, así como un claro abuso de insumos químicos en los cultivos es difícilmente controlable fuera de Espacios Protegidos donde no existen Planes Rectores ni Planes de Uso y Gestión, de ahí la gran importancia de que parte de estas zonas de elevada biodiversidad quede protegida de una forma u otra, bien sea, mediante una regulación y control de esta actividad por organismos medioambientales, pero sobre todo sea por la penalización en las subvenciones recibidas de la PAC a aquellos agricultores que demuestren prácticas poco compatibles con la conservación de la biodiversidad o bien por una ampliación de la Red de Espacios Protegidos de aquellas zonas agrarias y ganaderas que presenten especies en declive, raras o amenazadas.
No debemos olvidar que las subvenciones que nutren el medio agrario y ganadero en Europa, proceden de dinero público y fondos procedentes de los impuestos de los ciudadanos europeos y debería tener una premisa obligada de la búsqueda del Bien Común en toda la ciudadanía y el medio ambiente, ligada a buenas prácticas ambientales en los cultivos, cosa que hoy día está lejos de ser real.
Pero no podemos como ciudadanos y consumidores dejar toda la responsabilidad de la conservación de espacios agrarios y ganaderos en manos de los gobiernos o los mercados, como consumidores tenemos el poder de decisión final, comprando o no aquellos productos que consideremos lesivos con el medio ambiente y seleccionando productos ecológicos y de cercanía, elaborados mediante técnicas agrícolas y ganaderas mucho más sostenibles, así como aquellos productos que certifican una mejora ambiental en sus terrenos.
Es por tanto una evolución natural en la gestión de los Espacios Naturales, incorporar no solos paisajes prístinos en nuestro elenco de espacios a proteger, sino también medios más humanizados, hasta hora no percibidos como medios a proteger y conservar, sin duda es el reto más importante al que nos enfrentamos para frenar la pérdida de biodiversidad en Europa.
Si te interesa esta temática y quieres seguir aprendiendo el Instituto Superior del Medio Ambiente desarrolla los cursos Gestión de Espacios Protegidos y Especialista en Protección y Gestión de Espacios Naturales en los que Francisco participa como docente.
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