Fue en el año 2017, cuando tuve la oportunidad de iniciar una nueva temática de trabajo, en mi ámbito laboral, en el marco de un proyecto de adaptación al cambio climático que se desarrolló en la provincia de Badajoz y cuya propuesta redacté en concurrencia competitiva. A través del mismo, estuvimos trabajando en el desarrollo de dos planes locales de adaptación al cambio climático para dos municipios de Extremadura, además de en otras cuestiones paralelas relacionadas con diseño metodológico y participación ciudadana. A través de esos planes, también, conseguimos implantar una serie de medidas en ambos municipios. Lugares que se caracterizaban por contar con una población envejecida y con una falta de confort térmico en sus calles, especialmente en épocas de verano. Igualmente, en uno de ellos, en épocas de lluvias torrenciales, solía sufrir inundaciones en determinados puntos de la localidad y pudimos ofrecer una solución a este problema concreto. Usando una metodología basada en la comunidad, estuvimos analizando los diferentes sectores a considerar en la zona, contando con personas del territorio; lo que configuramos como “mapa de agentes”. Participamos también un grupo de técnicos que en este caso éramos externos – “equipo investigador” – así como personal del ayuntamiento que formó parte de la establecida como “comisión de seguimiento”.

Fue interesante y útil optar por esta adaptación basada en la comunidad; de no haber escuchado el testimonio de, por ejemplo, ganaderos, no hubiéramos sabido la problemática específica del uso de agua para fines ganaderos a través de pozos de los que unos abusaban más que otros. Bastó en ese caso con instalar un contador municipal en los pozos para poder luego realizar un uso más racional del agua por cada uno de los ganaderos que hacía uso de estos pozos.

Imagen – Referencia a xerojardinería. Fte.: https://www.tecpa.es/xerojardineria-jardin-bajo-consumo-agua/

En el 2018, seguí realizando otro proyecto más vinculado a realizar una revisión de la vegetación que se distribuía desde un vivero a los municipios de la provincia. ¿Qué plantas eran más adecuadas para los municipios extremeños considerando los escenarios climáticos esperados para Extremadura? ¿Cómo sería un parque adaptado al cambio climático? ¿Qué información y conocimiento debían conocer los responsables de las zonas verdes municipales para realizar un mejor uso del agua y optar por las mejores especies? ¿Qué era eso de la xerojardinería y el diseño por hidrozonas en jardines? Si, a priori, nos agarrásemos al grado de incertidumbre asociado al cambio climático, que, evidentemente es indiscutible, ¿acaso no interesa también por ahorro económico realizar un uso racional de recursos como el agua o una planificación adecuada del territorio? ¿A quién no le gusta vivir en un municipio que ofrezca un confort térmico y un mínimo de zonas verdes municipales donde poder expandirse y disfrutar? Y es que muchas medidas de adaptación al cambio climático son adecuadas, no sólo desde ese punto de vista, sino también, porque ofrecen otros beneficios. Los conocidos como COBENEFICIOS.

Desde entonces, hemos podido seguir trabajando en estos temas y también en otros lugares; por ejemplo, en centros educativos realizando intervenciones en edificios y probando temperaturas y eficiencia energética antes y después de las intervenciones.

Igualmente, extrapolando al resto de España y Europa, se han venido desarrollando los Planes de Acción por el Clima y la Energía (PACES). Más enfocados en la mitigación para la reducción de emisiones. He tenido la oportunidad de colaborar en este sentido con mi compañero Julián Hernández precisamente este año 2023. Él, geógrafo especialista en cambio climático y yo, ambientóloga más orientada a la integración de la sostenibilidad. Nuestra experiencia y visión es que aquí hay un abanico de oportunidades. Basta, por ejemplo, con echar un vistazo al tipo de medidas que pueden implantarse para, en el caso de la adaptación, disminuir la exposición de los habitantes a los cambios esperados, aumentar la capacidad adaptativa de un territorio y disminuir su vulnerabilidad climática. Sobre todos estos temas, hay debate. Es normal. En el contexto actual en el que nos encontramos, las prioridades giran en torno a la economía de las familias, el empleo, las soberanías energéticas y alimentarias y otra serie de temas urgentes. Sin embargo, ambas cuestiones no están reñidas.

La instalación de cubiertas verdes, jardines verticales, arbolado urbano, huertos urbanos o iniciativas como el Increíble Comestible de Glasgow pueden aportar un extra en lo referido a la soberanía alimentaria.

La apuesta por las comunidades energéticas locales, que ya se están desarrollando en numerosos municipios – después de haber diseñado éstos sus planes de acción por el clima y la energía (PACES) – ayudan a los municipios a conseguir, precisamente, esa soberanía energética a la que podemos aspirar.

Los sectores de la arquitectura y la ingeniería también pueden diversificarse a través de otro tipo de medidas tecnológicas e ingenieriles. Por ejemplo, la instalación de sistemas de drenaje urbanos sostenibles, la construcción de diques de contención frente a inundaciones en determinados lugares, el diseño de sistemas de alerta temprana frente a eventos extremos, el diseño de zonas de sombra, entre otros.

Existe un gran abanico de medidas potenciales para lograr la adaptación y mitigación del cambio climático. Disciplinas como biología, ciencias ambientales, geografía, ingenierías industriales, agrícolas, forestales, energéticas, derecho, comunicación, educación social, magisterio, diseño de paisajes, jardinería, empresariales, informática, consultoría, seguros, banca y otras muchas pueden desarrollarse en este ámbito de trabajo.

El próximo miércoles 11 de octubre comenzamos una edición del curso “Planes Locales de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático”. El alumnado podrá aprender a diseñar estos planes que ya se están desarrollando en una gran cantidad de municipios de España, Europa y Latinoamérica.

Lo escribe: PAZ HERNÁNDEZ PACHECO