Que la energía eólica va a formar parte del futuro necesario del planeta, y en especial de la Unión Europea (UE), es algo difícil de negar. Incluso a pesar de algunas políticas cortoplacistas que insisten en mirar para otro lado. La realidad es imparable. Y no lo digo yo, lo confirman las cifras. Según el Global Wind Energy Council (GWEC) a finales de 2016 había 90 países con algún tipo de capacidad generadora, lo que supone una potencia instalada a nivel mundial de 487 GW. Y la Asociación Mundial de Energía Eólica (WWEA)ha estimado, a falta de confirmación definitiva, que en 2017 se ha llegado a los 540 GW instalados. En fin, que los datos hablan por sí solos.
La tendencia es claramente alcista. Incuso para España, últimamente demasiado miope y empeñada en descolgarse de la UE, va a ser difícil no verse arrastrada por la ola imparable que suponen las energías renovables. De momento el año pasado se subastaron 8.000 MW, que deberán ser funcionales en 2020 y dónde la eólica tiene un peso importante. Si queremos cumplir con las Directivas y no ser sancionados ni convertirnos en un ejemplo de torpeza histórica, deberemos coger este tren. Un tren que ha de llevarnos a la sostenibilidad y a la suficiencia energética.
Y precisamente de la sostenibilidad de la energía eólica quiero hablaros en este post. Como he mencionado y muchos probablemente ya sabríais, la evolución en la instalación de MW eólicos es constante y en alza. Pero si queremos que la implantación de esta fuente de energía continúe a buen ritmo y haga honor a su calificativo de renovable, debemos abordar los nuevos retos ambientales que nos plantea su imparable crecimiento.
Es de conocimiento público, y los datos así lo avalan, que la energía eólica tiene una huella ecológica más reducida que la mayoría de las fuentes energéticas. Pero también sabemos que esta característica no la libra de estar exenta de impactos en los ecosistemas, especialmente sobre las poblaciones de aves y murciélagos. Y aquí radica la cuestión central que quiero abordar. Si queremos que la eólica pueda presumir de ser realmente renovable y que su influencia neta sobre el medio ambiente sea cero, hay que retomar el debate sobre su evaluación e integración ambiental. No es una propuesta gratuita.
Desde hace tiempo los expertos llevan alertando de que los estudios y evaluaciones de impacto son deficientes, y no han permitido anticipar los impactos de forma adecuada ni establecer medias de mitigación realmente efectivas (ver p.ej Ferrer et al. 2011 y Lintott et al. 2016). Es un problema generalizado. A las carencias de conocimiento de la influencia del impacto sobre la fauna, se le unen protocolos de evaluación y control deficientes e incompletos que impiden la plena integración de la energía eólica en los ecosistemas dónde proyecta ubicarse (traté el tema en un reciente post).
Esto no quiere decir que estemos ante una situación irreversible. Aún tenemos margen de maniobra para hacer las cosas a la altura del papel que ha de jugar la eólica en la sostenibilidad global. Pero eso sí, debemos actuar cuanto antes. Dejando el sensacionalismo fuera de este debate (ya se encargarán otros de incorporarlo), es prioritario entender que solo alcanzaremos los objetivos de impacto cero desde un enfoque riguroso basado en la evidencia científica. Y sin duda esto pasa por mejorar sustancialmente las estrategias de evaluación de impacto y seguimiento ambiental de los parques eólicos a todas las escalas. Porque minimizar la influencia de la energía eólica sobre los vertebrados voladores no solo facilita su integración en los ecosistemas y la hace más sostenible, sino que supone una reducción de costos importante y mejora sustancialmente la competitividad de los proyectos.
Conscientes de la problemática y de la necesidad de aportar calidad y fiabilidad en las evaluaciones y seguimiento del impacto de la energía eólica sobre la fauna, el Instituto Superior del Medio Ambiente y el que suscribe hemos desarrollado recientemente el curso online Evaluación y seguimiento del impacto de los parques eólicos sobre la fauna.
Artículo original publicado en Linkedin
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