Hace poco estaba viendo un capitulo del programa Salvados de Jordi Évole , cuando un periodista comentó un tema del que todos los que nos dedicamos a la formación sabemos que es muy cierto.
Los cursos gratuitos de formación para desempleados que se gestionan a través de sindicatos o asociaciones empresariales, tienen muy poca utilidad. Una pena, ya que el dineral de los contribuyentes que las administraciones se gastan en estos cursos es una barbaridad.
Solo en el 2011, el presupuesto del Estado para formación de desempleados fue de 1.100 millones de euros, con este dinero se formó a aproximadamente 600.000 desempleados según los datos del estudio “La formación de los desempleados en España” elaborado por Elogos, unos 1.800 euros por cabeza, que no es poco.
Es cierto que para el 2012 ha habido un fuerte recorte, pero sigue siendo una cantidad importante de dinero.
¿Dónde ha estado entonces la causa de un resultado tan pobre?. Mi opinión es que el modelo de gestión ha estado viciado, el objetivo no era la preparación para el empleo, ni siquiera el conseguir una mejor formación de los alumnos, el objetivo del modelo era “financiación encubierta” de sindicatos y asociaciones empresariales a través de estos cursos.
Este sistema da a lugar que por ejemplo una administración financie un curso de 100 horas para 20 alumnos con 15.000 € (mas que suficiente para hacer un curso muy bueno de 100 horas) y después de toda la cadena de subcontratas (administración a sindicato, sindicato a empresa de formación de amiguetes, empresa a profesor a 15 €/hora), el curso de 15.000 euros suponga un gasto real de 1.500 de profesorado, con la consecuente rebaja de calidad del curso.
En mi opinión este modelo además de despilfarrar el dinero público, desvirtúa el sector de la formación:
- Primero porque las empresas de formación próximas a los sindicatos o patronales reciben una fuerte fuente de ingresos de dinero público que no recibimos los demás, jugando con ventaja con el dinero de todos.
- Segundo porque el alumno que no paga el curso suele ser menos exigente con la calidad del mismo, propiciando que la calidad de este tipo de cursos sea bastante baja, y que la percepción de la mala formación se traslade al conjunto del sector.
¿Cuál podría ser la solución?
Yo propongo un sistema que creo resultaría mucho más eficaz:
Proporcionar a los desempleados un cheque formación (pongamos 600 euros por persona) y que cada uno se lo gaste en el curso que evalúe mejor le va a venir a su empleabilidad.
Para evitar la picaresca (tú me das los 600€ y yo te regalo un ipad o un jamón), este cheque formación solo se daría al desempleado que presente en su oficina de empleo un plan PERSONALIZADO de búsqueda de trabajo, justificando el motivo por el que se realiza ese curso.
Además, los alumnos al pagar el curso con su cheque ven la realidad del coste de curso y van a ser mucho más exigentes, porque lo que parece gratis no se valora igual.
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