Recientemente, la asistencia a un gran concierto me ha llamado la atención sobre una nueva costumbre que parece que se está extendiendo en este tipo de actividades de ocio: las pulseras de luces. Se trata de dispositivos electrónicos que funcionan con dos pilas de botón que iluminan las luces leds con las que están diseñados y cuya tecnología las permite sincronizarse con la música.
La verdad es que durante el evento estos dispositivos crearon un ambiente espectacular y formaban parte por sí mismas del espectáculo, involucrándonos a todos los asistentes en el show. En consecuencia, para el público en general tuvo muy buena aceptación y todo el mundo hablaba de la genialidad de la idea, por lo que parece que han llegado para quedarse.
Sin embargo, si bien es cierto que estas pulseras pueden crear efectos visuales específicos e impactantes y era muy llamativo cuando todas se ponían a lucir a la vez, a mi parecer el efecto conseguido con las mismas podría asemejarse a lo que hace años se conseguía con los mecheros y más recientemente con las linternas de los móviles.
En otro orden de cosas, cuando el concierto terminó los miles de asistentes nos fuimos, pero el destino de las pulseras era incierto. Algunos se llevaron las pulseras puestas a sus casas para guardarlas como recuerdo o deshacerse de ellas en unos días, otros las dejaron a las puertas del recinto del concierto amontonadas sin control sobre los tornos de las entradas, otros (los menos) se dedicaron a lanzarlas al aire para ver cuán lejos llegaban…
Todo esto hizo que me planteara dos cuestiones. Por un lado, la idoneidad y necesidad del producto (que puede ser objeto de un debate aparte) y por otro lado, si estamos preparados para asumir la responsabilidad medioambiental de nuestras acciones como ciudadanos, pues si ya los conciertos generaban una gran cantidad de residuos, con esta nueva iniciativa, el volumen y la peligrosidad de los mismos se incrementa considerablemente.
Es decir, si no queremos renunciar a determinados avances tecnológicos y cambios ocasionados por nuevas tendencias, tendremos que también ser conscientes de que debemos actuar consecuentemente con las implicaciones de nuestras acciones. En este caso, la generación de miles de residuos electrónicos y de pilas de botón, que no se recogen adecuadamente para su gestión posterior.
Espero que esto se vaya teniendo en cuenta por los organizadores de dichos eventos y también por el público que acude, que igual que cada vez se encuentra más preocupado por los problemas ambientales, sea también más exigente con las empresa y las prácticas de las mismas.
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