Si hay un problema recurrente cada invierno en Cantabria (y en la práctica totalidad de las Comunidades Autónomas del norte de España) es el de las inundaciones de origen fluvial y sus efectos. Cada año tenemos que lamentar daños materiales de diverso alcance, e incluso desgraciadamente y en algunas ocasiones, también víctimas humanas, como ocurrió en Treceño (Valdáliga) en 2010.
Vídeo sobre las inundaciones en Cantabria. El Diario Montañés (28-2-2016) (Enlace al vídeo original)
Y también, cada año, asistimos a las mismas reacciones por parte de los distintos agentes implicados (afectados, autoridades, medios de comunicación, etc.). “Se veía venir”, “eso pasa por no limpiar el río”, o “la culpa es de la Confederación”, son algunas de las frases más habituales que unos y otros repiten (o repetimos) sistemáticamente.
Incluso en algunas ocasiones, como este mismo año, responsables políticos locales lamentan que «tuvimos que dejar de limpiar este río por las denuncias de los ecologistas».
A continuación comparto algunas reflexiones personales sobre las inundaciones, sus causas, y sus soluciones.
2. ¿Por qué se dan las inundaciones?
Periódicamente asistimos a tales episodios de inundaciones en nuestros ríos como lógica consecuencia de las intensas precipitaciones tan características del norte de España. Las inundaciones se producen habitualmente en invierno (en temporada alta de lluvias, después de los deshielos, etc.) si bien no es extraño que se den en otras estaciones, incluso en pleno verano.
Hasta cierto punto, es normal que los ríos experimenten crecidas y de produzcan las referidas inundaciones (de hecho, desde el punto de vista de las dinámicas fluviales, las crecidas de los ríos son necesarias, por distintas razones). Además de las lluvias y el deshielo, a ello contribuyen también acciones de origen antrópico como la deforestación de las cuencas fluviales, las canalizaciones de tramos fluviales, o la creciente ocupación de los cauces con todo tipo de construcciones, entre otras. Ya estamos hablando, por lo tanto, de usos del territorio.
Todas las partes implicadas esgrimen sus argumentos cuando de abordar las causas y soluciones de las inundaciones se trata, y probablemente todos tengan su parte de razón. Pero tenemos que acercarnos a la raíz del problema, y creo que reside en que históricamente hemos ocupado los espacios naturales de los ríos, y no me refiero sólo a los espacios considerados como “llanuras de inundación” (normalmente son zonas amplias y llanas construidas por el río en sus crecidas), sino incluso a los propios cauces, que son mucho más que meros canales por los que transcurre el agua.
Y los ríos, como sistemas vivos y funcionales que son, necesitan esos espacios, de los que muchas veces nos hemos apropiado las personas considerándolos como nuestros. Un buen ejemplo de ello lo tenemos en la siguiente ortofoto del río Pas a su paso por San Vicente de Toranzo (Cantabria), que hace poco compartía en la red social Twitter mi colega @GlezGarciaR
En la misma se aprecia en rojo el cauce real en 1956, en azul el cauce real en 1985, y en verde el cauce artificial en 2014.
En este caso, el uso del suelo es fundamentalmente de tipo industrial, pero en muchas otras ocasiones el destino de los espacios fluviales puede ser residencial, recreativo, y de muy diversos tipos. Ejemplos de poblaciones construídas literalmente encima de ríos y arroyos tenemos en abundancia, por ello no debemos extrañarnos porque de vez en cuando estos recuperen lo que es suyo.
3. La solución está en la planificación
Cuando hablamos de inundaciones, creo que hay que tener en cuenta que estamos ante un problema muy complejo, y que por lo tanto, también las soluciones serán seguramente complejas. Además de llevar a cabo una adecuada limpieza de los ríos (la cual daría pie a otro debate, porque a veces se confunde ésta con arrasar la vegetación fluvial sin criterio alguno) me parece fundamental tomarse en serio criterios de ordenación territorial, que tengan en cuenta los “períodos de retorno”, y que en todo caso se respeten los espacios naturales de los ríos.
Por supuesto, partimos de la evidencia de que cuando sufrimos los efectos de las inundaciones, es fundamental estar preparados para evitar que en la medida de lo posible, se sufran daños de cualquier tipo sobre personas y bienes. En ese sentido, considero que en Cantabria, y supongo que en otros territorios el escenario sea similar, contamos con un sistema eficaz como es Plan Territorial de Emergencias de Protección Civil de la Comunidad Autónoma de Cantabria (PLATERCANT).
Pero también pienso que es fundamental no volver a repetir errores del pasado, y planificar el crecimiento urbanistico de los municipios y los usos del territorio conforme a los principios de ordenación territorial, teniendo en cuenta criterios de seguridad y también de conservación. Como antes reconocía, nos encontramos ante una realidad compleja, y ello es así desde el punto de vista legislativo, competecial, y también desde la perspectiva de los distintos intereses económicos y sociales que pueden confluir en torno a un determinado espacio.
Ni que decir tiene que en un escenario tan complejo, se hace fundamental la coordinación entre las distintas administraciones implicadas y la adecuación a la legislación aplicable. En definitiva, se trata de planificar el territorio de una forma ordenada, cosa que hasta ahora y por desgracia no siempre se ha realizado así.
Para acabar este post -que no pretende aportar más que alguna reflexión básica sobre la problemática de las inundaciones- y profundizar en la temática de las inundaciones, me permito recomendar la lectura del artículo de la bióloga navarra Camino Jaso “Las crecidas de los ríos y las inundaciones: Fenómenos naturales a gestionar”, incluído dentro de la Guía Nueva Cultura del Agua, que fue publicada en 2013 por la Fundación Nueva Cultura del Agua.
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