Desde hace algunos años se está dando una atención creciente a las posibilidades de la industria turística para contribuir al desarrollode los países menos adelantados. Es evidente que el turismo puede ser un motor de desarrollo económico importantísimo para muchos países en vías de desarrollo, al igual que lo ha sido para muchos de los países hoy ya desarrollados, como por ejemplo España y diversos países de la cuenca mediterránea
Al mismo tiempo que muchos gobiernos de países en vías de desarrollo centran sus esfuerzos en convertir a sus países en destinos turísticos de primer orden, también muchas voces se levantan advirtiendo de los peligros que el desarrollo turístico puede comportar para dichos países. Unos peligros que pueden traducirse en una sobreexplotación de los recursos naturales y culturales, pero también en un reparto desigual y no equitativo de las ganancias producidas por el turismo, que afiancen unas estructuras de poder injustas y que incluso dejen a las comunidades locales en una situación de mayor vulnerabilidad.
De ahí la importancia de que el desarrollo turístico en los países menos adelantados se haga bajo unos criterios de responsabilidad, sostenibilidad y equidad, para que el potencial de impacto positivo se haga realmente efectivo y beneficie a la comunidad local y, particularmente, a aquellos colectivos más desfavorecidos. Y de esta preocupación surgen nuevos enfoques y miradas al hecho turístico que, bajo las denominaciones de turismo sostenible, turismo responsable, turismo justo, turismo a favor de los pobres (pro-poor tourism), etc., comparten una misma voluntad de que la actividad turística tenga un impacto lo más positivo posible en el desarrollo socioeconómico de los destinos, al mismo tiempo que se minimizan los impactos negativos.
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