«Afortunadamente, ya hemos superado aquella percepción que estuvo arraigada en la conciencia colectiva deque los humedales son espacios inservibles, y hasta peligrosos, que era mejor suplantar por otros usos más útiles del espacio que ocupan. Poco a poco, esa concepción ha sido reemplazada por una gran aceptación social de la importancia y valor de los ecosistemas de humedales.
Y en la medida en que nuestros científicos y expertos van aportando más datos sobre las funciones y servicios ecológicos que ellos prestan, ya casi nadie se atreve a poner en duda la necesidad de su conservación y uso sostenible. Al contrario, en muchos casos ya muchos se preocupan genuinamente por tratar de restaurar los humedales degradados e incluso por recuperar, en la medida de lo posible, humedales históricos que desaparecieron debido a la intervención humana.
En este proceso de cambio positivo ha ayudado mucho la Convención sobre los Humedales de Importancia Internacional (Convención de Ramsar), el tratado firmado ya en 1971 y que poco a poco ha ido influenciando las políticas de los Estados miembros (en la actualidad 160), políticas que se han traducido, entre otras cosas, en campañas de educación y sensibilización acerca del valor e importancia de estos ecosistemas.
Y dentro de la Unión Europea hemos dado un paso decisivo con la adopción de la Directiva Marco del Agua cuya transposición, a veces lenta y no siempre lineal, a las legislaciones nacionales está asegurando, por fin, que el agua no siga siendo considerada como un bien que está solo al servicio de la especie humana sino que se trata, también, de un elemento esencial para asegurar el buen funcionamiento de los procesos naturales de los que depende la vida, no solo la nuestra, dentro de nuestro espacio existencial.Sin embargo, una cosa es reconocer el valor de los humedales y de la necesidad de conservarlos, y otra es cómo hacerlo, sobre todo en lo que hace al elemento esencial e intrínseco de estos ecosistemas: el agua.
Porque a pesar de que la percepción ha cambiado en cuanto a la finitud del recurso y a la necesidad, práctica y ética, de repartirlo equitativa y eficientemente entre todos sus usos legítimos (necesidad y derecho humano básico, usos productivos, usos ecológicos), todavía no hemos desarrollado suficientemente las capacidades técnicas y los procesos legales, administrativos y de creación de consenso para asignar a cada uso la cantidad de agua que le corresponde por derecho y necesidad.
De allí que este Manual, dedicado específicamente a determinar las necesidades hídricas de los humedales,represente una excelente contribución a este tema. Será muy útil en España en la medida en que avancemos en la aplicación de la Directiva Marco del Agua, pero también a nivel internacional, como un aporte más a los trabajos del Grupo de Examen Científico y Técnico de la Convención de Ramsar que todavía sigue trabajando en este tema para brindar orientaciones y ayuda técnica y sobre las políticas a los 160 países adheridos al tratado.»