En el año 2000 se publicó la Directiva 2000/60/CE del Parlamento Europeo y del Consejo de 23 de octubre de 2000 por la que se establece un marco comunitario de actuación en el ámbito de la política de aguas, más conocida como Directiva Marco del Agua o por sus siglas, DMA. Su publicación fue una revolución, ya que introdujo conceptos que salieron de ámbitos científicos o técnicos, para aplicarse como legislación en toda Europa.
Por citar algunos de los conceptos revolucionaros podemos destacar el principio de quien contamina paga, la planificación hidrológica (antigua en España, pero inexistente en la mayor parte de Europa), la evaluación económica de los servicios del agua o la evaluación del estado ecológico.
Actualmente la DMA sigue siendo una norma legal muy avanzada en el mundo, ya que pocos países utilizan este tipo de acercamientos.
Centrándonos en el estado ecológico y en los ríos, La DMA nos dice desde el año 2000 que para evaluar el estado ecológico hay que usar indicadores biológicos, hidromorfológicos, químicos y físico-químicos.
Los indicadores biológicos son los siguientes: Composición y abundancia de la flora acuática, años antes ya se usaban índices de calidad de agua basados en diatomeas, también había otros basados en otro tipo de vegetación acuática. Composición y abundancia de la fauna bentónica de invertebrados, Este indicador ya era bastante popular en círculos científicos, se utilizaba en índices como el BMWP, (biological monitoring working party) desarrollado en Gran Bretaña para con múltiples adaptaciones a otras zonas. Composición, abundancia y estructura de edades de la fauna ictiológica, este acercamiento se veía necesario, ya que los peces son unos organismos de gran importancia en los ríos y aunque no hubiera índices desarrollados, se confió en que la implantación de la DMA trajera esas innovaciones científicas. La verdad es que este indicador está resultando un poco problemático, a estas alturas no existe un índice que tenga un amplio consenso, dejo para otro post explicar que pasa con este indicador.
Los indicadores químicos y físico-químicos eran muy habituales en los estudios de limnología, la mayor parte de los países ya habían legislado sobre el tema e incluso la propia Unión europea ya tenía diversas directivas que intentaban poner límites a las concentraciones de ciertas sustancias para proteger diversos usos, entre los que se incluía el piscícola. La confusión que se observaba en la DMA es cuales sustancias se utilizaban para evaluar el estado ecológico y cuales para evaluar el estado químico, según tengo entendido la división es artificiosa y heredada de directivas anteriores.
Los indicadores hidromorfológicos son la tercera pata de este taburete que es la evaluación del estado ecológico según la DMA. Se dividen en tres: Régimen hidrológico, incluyendo los caudales e hidrodinámica del flujo de las aguas y la conexión con masas de agua subterránea; la Continuidad del río y, por último las Condiciones morfológicas, debiéndose valorar la variación de la profundidad y anchura del río, la estructura y sustrato del lecho del río y la estructura de la zona ribereña.
La importancia de los indicadores hidromorfológicos se puede ver reflejada en la metáfora que utilizaba Javier Sanchez, actual Subdirector de Gestión del DPH del MITECO, en sus presentaciones del Protocolo Hidromorofológico. Él comparaba la evaluación del estado ecológico con la habitabilidad de una casa, decía que podía en una casa puede mirarse si tiene plantas bonitas, si tiene ratones, e incluso medir la calidad del aire para ver si es respirable, pero es esencial saber si está bien edificada o si es una casa en ruinas. Lo mismo ocurre con los ríos, puedes mirar los indicadores biológicos o químicos y físico-químicos, pero si no tienes en cuenta si el río está encauzado, rectificado o lleno de obstáculos no puedes decir si está bien o mal.
Cuando comenzamos a evaluar el estado ecológico, se empezó por donde se sabía, ya he comentado al principio que había índices de diatomeas y de macroinvertebrados, pues por ahí se comenzó, para decir que sí se tenían en cuenta los indicadores hidromorfológicos se buscaron los dos índices más relacionados que se estaban utilizando, por un lado, el QBR (Qualitat del Bosc de Ribera, es un índice desarrollado en Cataluña) y el IHF (Índice de Hábitat Fluvial). El primero, a pesar de diversas críticas y de un montón de índices que salieron para sustituirlo, se ha mantenido durante muchos años, como el más utilizado. Por el contrario, el segundo fue rápidamente eliminado, pero no por un defecto en el índice, sino por pretender que evalúe el estado hidromorfológico, cuando fue diseñado para evaluar la heterogeneidad fluvial.
Para solventar este problema, el citado Javier Sánchez, desde su puesto anterior decidió impulsar la creación de un protocolo que abordase la evaluación del estado hidromorfológico pero basado en las definiciones de la DMA, para ello contrató diversos especialistas que le ayudasen a diseñarlo. Fruto de ese trabajo en 2014 se presentó la primera versión del protocolo, que fue perfeccionándose hasta la actual versión de 2019.
El protocolo en su versión actual, trata, tras un capitulo inicial de introducción y metodología, sobre la caracterización del régimen hidrológico (abordando los ríos temporales y la conexión con las aguas subterráneas), la caracterización de la continuidad del río y la caracterización de las condiciones morfológicas del cauce.
En siguientes post, se abordará con mayor detalle la descripción del protocolo y otros aspectos relacionados, como aspectos que se entienden que pueden ser aún mejorables.
Mariano Cebrián del Moral y Pedro Pablo Loné Pérez son docentes en el ISM del curso Técnico en Gestión de Ecosistemas de agua dulce. Control y evaluación del estado ecológico. Si te interesa esta materia, consulta este programa formativo.
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