Somos tradicionalmente un país más amigo de hacer que de planificar. Nos gustan más los grandes proyectos, súbitos y efectistas, que la planificación, que lleva tiempo y es poco lucida, aunque fundamental. Es cierto que el planeamiento urbanístico tuvo un gran empuje en los últimos años, pero no por un veradero afán planificador, sino como herramienta para construir, a veces simplemente una justificación de necesidades urbanas ficticias.
La crisis económica se ha llevado por delante los grandes proyectos, obras faraónicas y, en general, gran parte de la inversión pública. Pero con una mentalidad positiva, como siempre se debe tener, hay que ver en esta coyuntura una oportunidad más que una catástrofe. Ha llegado la hora de planificar.
Planificar no es otra cosa que pensar bien cuales son nuestras necesidades, cuales las limitaciones, que recursos financieros tenemos y, en consecuencia, que podemos hacer. La planficación debe ser meditada, razonada y consensuada, para lograr unos objetivos necesarios, lógicos, viables y de interés público. Es una mala práctica utilizar la planificación como envoltorio para justificar actuaciones ya decididas, en ocasiones injustificables.
¿Cual es el crecimiento real que demanda un determinado municipio? ¿Que infraestructuras son realmente necesarias en un cierto horizonte temporal? ¿Que previsión real de viajeros tiene un aeropuerto? ¿Como se puede gestionar el agua compatibilizando las necesidades sociales y ambientales? ¿Como debemos gestionar nuestros residuos? ¿Que usos se deben asignar a cada parte de un territorio, y como podemos imbricarlos y relacionarlos? Son muchas las preguntas a las que debe dar respuesta una adecuada planificación.
Es hora de planificar, y evidentemente de considerar los efectos ambientales de esa planificación. La nueva Ley de Evaluación Ambiental puede ser un buen paso en este sentido, al clarificar el hasta ahora confuso procedimiento de evaluación ambiental estratética de planes y programas, y homogeneizarlo en terminología y fases con el mejor conocido y establecido procedimiento de evaluación de impacto ambiental de proyectos.
Aprovechemos como país esta coyuntura, y planifiquemos hoy nuestro futuro, de forma sostenible.
Alvaro Enríquez de Salamanca colabora con el Instituto Superior del Medio Ambiente como docente del curso Evaluación Ambiental Estratégica de Planes y Programas.
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