La interrelación entre el paisaje y los parques eólicos representa un desafío complejo y multifacético que requiere una cuidadosa planificación y gestión. La creciente demanda de energía renovable, junto con el valor creciente del paisaje, plantea interrogantes sobre cómo equilibrar el desarrollo económico con la conservación del paisaje y la integridad ecológica del territorio.
La construcción de parques eólicos en áreas naturales puede generar tensiones debido a su impacto visual y estético, que puede ser percibido a varios kilómetros de distancia, así como por sus impactos ecológicos (como la colisión con aves, el ruido, la destrucción o pérdida de hábitats naturales, etc.). Todo ello los convierte en elementos intrusivos que afectan al paisaje, ya que los aerogeneradores no pueden ocultarse. El gran tamaño de estas estructuras, combinado con las extensas superficies necesarias para su instalación, las hace especialmente visibles en el entorno.
Un ejemplo de esto es lo que ocurre en el Maestrazgo, en dónde el «Consejo de ministros ha aprobado la construcción de un macrocomplejo con 20 parques eólicos con 125 aerogeneradores de 200 metros de altura en la frontera entre Teruel y Castellón. Desde el partido político Teruel Existe denuncian que el proyecto puede suponer “la tala de dos millones de árboles adultos y arrasar casi 2.000 hectáreas”; mientras que un informe de la Dirección General de Medio Natural y Gestión Forestal del Gobierno de Aragón recogido por LaMarea resalta que «gran parte de la actuación se ubica en una zona categorizada como de sensibilidad máxima» y que la infraestructura afectará a «hábitats de interés comunitario” en la que hay «una importante cantidad de flora y fauna incluida en el Catálogo de Especies Amenazadas de Aragón«.
Estos son también algunos de los aspectos que más preocupan a los empresarios turísticos, según una encuesta realizada en 2021 por la empresa de estudios de mercado Instituto Anfer. Según esta, el 60% de los propietarios de las empresas y comercios de las comarcas de Gúdar-Javalambre, Matarranya y Maestrazgo considera que «la instalación de los parques eólicos supondrá un deterioro de la fauna, la ganadería y el paisaje de la zona. Consecuentemente, un 65,5% cree que la zona sufrirá una pérdida de afluencia turística importante y que los inmuebles también perderán valor de venta”. Es más, un 58,6% de los preguntados teme que la instalación pueda suponer su exclusión de la Asociación de Pueblos más Bonitos de España, lo que actualmente supone un importante reclamo turístico«.
En el contexto energético de España, la energía eólica emerge como un pilar esencial en la generación de electricidad, constituyéndose como la principal tecnología dentro del sistema eléctrico español y contribuyendo de manera significativa a la descarbonización. Con más de 1.345 parques eólicos repartidos en más de 850 municipios y un total de 22.042 aerogeneradores en funcionamiento, España se sitúa en la vanguardia de la industria eólica a nivel mundial, según datos de la Asociación Empresarial Eólica.
A pesar de estos logros, España se enfrenta a desafíos significativos en su camino hacia la expansión del sector eólico. Uno de ellos es el ritmo actual de instalación de nuevos parques eólicos, que debe acelerarse para cumplir con los objetivos establecidos en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima. Aumentar la capacidad de instalación de nuevos parques eólicos en España es fundamental para alcanzar las metas de potencia eólica propuestas en dicho plan, lo que requerirá un enfoque estratégico que incluya políticas ambiciosas a nivel europeo y nacional, fomentando la estabilidad y la protección del sector eólico español frente a otros mercados externos, así como una cooperación efectiva entre el gobierno, las empresas y otros actores relevantes en el sector.
Asimismo, la energía eólica desempeña un papel crucial en la consecución de los objetivos energéticos de la Unión Europea, particularmente en el objetivo de que el 32% del consumo de energía en 2030 provenga de fuentes renovables. Dado su potencial y crecimiento continuo, se espera que la energía eólica siga siendo una fuerza impulsora en la transición hacia un sistema energético más sostenible y renovable en España y en toda Europa.
Este escenario nos lleva al tradicional dilema entre el desarrollo energético y la conservación de la naturaleza y del paisaje. Nadie duda del valor inestimable y la necesidad de la energía eólica. La cuestión surge cuando este desarrollo se realiza sin criterios que respeten determinados valores inherentes a los lugares de emplazamiento. La conversión de enclaves naturales en solares de uso industrial energético puede llevar a un territorio de espacios desnaturalizados e instrumentales, con la consecuente pérdida del paisaje, lo que obliga a enfrentar un problema difícil pero real.
En beneficio de la propia transición ecológica y de la sostenibilidad del medio, sería necesario un debate interdisciplinar y concluyente que arroje luz y propicie un equilibrio satisfactorio sobre este dilema, que no es en absoluto trivial, pues surge de la complicada coexistencia de dos bienes necesarios: las energías renovables y el paisaje.
En ese contexto, la visibilidad de los cambios en el paisaje y su pérdida de calidad como consecuencia del desarrollo masivo de la energía eólica llevó a la Comisión de la Unión Europea a financiar en 2017 el proyecto Renewable Energy and Landscape Quality. Esta interesante publicación incluye un apartado sustancial con reflexiones teóricas y recomendaciones, en el cual se presume una neutralidad aséptica y una razonable independencia respecto a los grupos de interés y lobbies habitualmente presentes en cuestiones ambientales y energéticas.
Los resultados de este proyecto permitieron concluir que, desde la perspectiva del modelo y los instrumentos de protección jurídico-administrativa del paisaje, la situación de España no difiere significativamente de la observada en otros países de Europa. Aunque el paisaje suele estar incluido en los estudios de evaluación ambiental y en las correspondientes declaraciones de impacto, su consideración varía en intensidad y caracterización formal. Sin embargo, no suele ser el aspecto central de estos estudios y medidas correctoras, que generalmente se enfocan en cuestiones que afectan a los biotopos.
El Reino Unido constituye una excepción en este contexto, ya que exige a los desarrolladores de energía eólica que sigan una serie estructurada de recomendaciones específicas sobre el paisaje, establecidas como estándar de aplicación en todo su territorio. Un concepto interesante que se maneja allí es el de «impacto acumulado«, el cual evita la saturación eólica en áreas que ya están significativamente afectadas por este fenómeno. Francia es uno de los pocos países, si no el único, que cuenta con una ley específica sobre el paisaje. Las autoridades francesas están comprometidas con un modelo de desarrollo territorial que respete la integridad del paisaje, en consonancia con el fuerte apego que los ciudadanos sienten hacia este. En Alemania, la normativa sobre el paisaje es similar a la española. Aunque las categorías aplicadas (rareza, belleza, significado) varían según la región, todas comparten el objetivo de considerar el paisaje en la planificación de proyectos de energías renovables, con el fin de evitar, minimizar o compensar los posibles daños. En Italia, gran parte de la autoridad también ha sido delegada a las regiones, pero, al igual que en el Reino Unido, existe una guía común de recomendaciones, aprobada por decreto, que identifica las áreas no aptas para la explotación eólica, define los términos de lo que se considera una integración aceptable e incluye medidas compensatorias.
En la consecución de los objetivos del Convenio Europeo del Paisaje, ratificado por España, la participación de la sociedad es clave para una buena gobernanza del paisaje. La identidad de los paisajes está desapareciendo poco a poco, sus rasgos definitorios se pierden y se tiende hacia una homogenización. Es prioritario estimular el compromiso de las entidades públicas y privadas para que sus intervenciones en el paisaje sean respetuosas con las aspiraciones de las poblaciones locales. Sus acciones influyen directamente en la calidad de vida de las personas, quienes tienen mucho que decir sobre su entorno.
Los estudios demuestran que la actitud de la población local ante la introducción de aerogeneradores en el paisaje depende en gran medida de si participan en la génesis de los proyectos. En Dinamarca y Noruega, por ejemplo, líderes mundiales en energía eólica, distintos trabajos muestran que cuanto antes se establezca una implicación directa de la población local, el resultado final será siempre positivo. Una solución innovadora que adoptan ambos países europeos es que la comunidad participe, incluso antes de que los inversores hayan presentado ideas concretas de proyectos eólicos, en procesos de planificación energética y paisajística del territorio. De este modo, se establece un procedimiento razonable y transparente en el que la sociedad participa y asume su responsabilidad compartida, evitando que el proceso de planificación se reduzca a la tramitación de casos individuales por las autoridades.
En proyectos que tienen impactos significativos, no se puede ignorar a la sociedad; se requieren medidas participativas y deliberativas en las que no solo se dé prioridad a la inclusión, sino también al respeto de los argumentos presentados. En varios casos se ha demostrado que a las personas les importan mucho los valores y elementos paisajísticos de su territorio, estando dispuestas a bloquear proyectos si se ignoran las cuestiones relativas a los bienes y cualidades intrínsecas del paisaje. Esto ha sido una característica recurrente, sobre todo en Noruega, donde las cualidades paisajísticas ocupan un lugar prioritario en la conciencia pública.
La transición ecológica es una de las grandes prioridades de la sociedad española, al igual que en Europa. Es necesario que las autoridades trabajen para cumplir con el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima, dentro de un marco flexible que permita a las autoridades locales, las asociaciones cívicas y las partes interesadas dialogar activamente, encontrando puntos de acuerdo que eviten conflictos. Aunque la expansión del sector eólico es necesaria, esto no justifica ignorar los procesos participativos. Sin el respaldo local, la transición ecológica puede volverse frágil, por lo que es crucial gestionar los paisajes con turbinas eólicas de manera coherente, preservando sus elementos importantes.
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