No creo que a muchos a estas alturas les sorprenda saber que las poblaciones de la mayoría de los ungulados silvestres aumentan poco a poco en España desde hace ya un par de décadas, debido fundamentalmente al aumento de las áreas forestales, el despoblamiento rural y la mejora del control cinegético, causas todas ellas relacionadas a su vez. Por otro lado, y esto sí puede causarle sorpresa a más de uno, el número de cazadores disminuye en España desde que a principios de los noventa se alcanzase un máximo de aproximadamente 1.450.000 licencias expedidas. En el último anuario forestal publicado, 2012, el número de licencias expedidas alcanza por poco las 900.000, y a pesar que durante los últimos cinco años la disminución no es tan significativa, el descenso parece continuado desde en los últimos 25 años. Curiosamente, el número de licencias de caza mayor ha aumentado ligeramente en los últimos diez años, de lo que se deduce que la mayor parte de los cazadores que han abandonado la actividad se dedicaban a la caza menor.
Cambio de valores en la sociedad
La sociedad actual está cambiando poco a poco sus valores. La caza es vista por cada vez más personas como algo violento, cruel y poco respetuoso con el medio ambiente. Esta situación, conocida como “efecto Bambi”, hace que el relevo generacional de los cazadores no esté garantizado, y las sociedades urbanas se alejan del mundo cinegético inexorablemente. Aunque la caza mayor haya aumentado ligeramente en los últimos años, no está libre del riesgo de empezar a sufrir los mismos efectos que en la modalidad de menor, ayudado por el despoblamiento rural.
A la vez que disminuyen los cazadores, el número de ejemplares de ungulados cazados según la misma fuente presenta un aumento significativo. Los datos que el MAGRAMA pone a disposición del público a través de los anuarios forestales indican que desde el 2005, prácticamente las capturas de todas las especies de ungulados silvestres se han duplicado o triplicado. Esto se debe en principio al progresivo incremento de la disponibilidad, una mayor regulación de la caza que ha propiciado que los terrenos libres han disminuido drásticamente, y el ligero repunte de las licencias de caza mayor.
Esta situación coincide bastante bien con los experimentados por otros países de nuestro entorno económico, e incluso los acontecidos en EEUU o Canadá, como publican algunos análisis de la situación actual en nuestro país, tanto los referidos a la disminución de licencias de caza menor y el mantenimiento o ligero repunte de las de mayor, como los de aumento de los ungulados silvestres.
Consecuencias de los cambios en las poblaciones de ungulados y respuestas profesionales
Sin entrar a valorar si todo esto es positivo o negativo, lo cierto es que las consecuencias del aumento de estas especies no se han hecho esperar. Las dos más evidentes son el aumento de las colisiones con vehículos y los daños agrícolas y forestales. El coste económico producido por el consumo de plantaciones y cultivos por parte de los ungulados ha aumentado de manera paralela al aumento de sus poblaciones, mientras que los animales silvestres en general (pero con especial incidencia por parte del jabalí y el corzo) son responsables de un mayor número de accidentes en la carretera cada año. Además, aumentan los problemas por la presencia de jabalíes en el medio urbano, especialmente en aquellos lugares limítrofes con zonas forestales. Más en detalle, el aumento de las poblaciones de cabra montés también está produciendo efectos negativos sobre la vegetación, como ocurre desde hace años en la Sierra de Guadarrama.
La respuesta a esta nueva situación no pasa desde luego por dejarse llevar por el efecto Bambi y no emprender ninguna acción, pues las consecuencias sin duda empeorarían. Las soluciones a esta nueva situación han de ser complejas, múltiples e particularizadas para cada especie y lugar. En algunos lugares en los que la gestión cinegética se ha entendido como la mejor solución, han aumentado las tasas de extracción, si bien con éxitos localizados. En cualquier caso, el aumento de las capturas en cotos y reservas de caza ha de ir precedido de los estudios poblacionales adecuados, en los que se realicen censos y cálculos de la evolución de los animales en función de una u otra tasa de captura.
Para el caso del jabalí o la cabra montés, se desarrollan complejos planes de captura y translocación a otros lugares, solucionando el problema de manera efectiva, pero temporal. Esta solución plantea problemas adicionales, pues la captura de los animales es costosa y necesita de personal entrenado para ello, y la suelta de los animales ha de ser en localizaciones adecuadas, en las que se cuente con el consentimiento de los dueños y usuarios del terreno.
El manejo de las carreteras mediante el vallado y la instalación de pasos de fauna para ungulados empieza también a generalizarse por parte de la administración, aunque de nuevo el conocimiento de las posibles soluciones hace que sea necesaria la participación de expertos en la materia.
Estos y otros aspectos de la gestión de la fauna son tratados en el curso Gestión y Conservación de Fauna del ISM, formación que pretende capacitar a los interesados, entre otros fines, para el manejo de especies animales ante las nuevas situaciones que puedan presentarse con motivo de los cambios en la sociedad.
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