Durante estos meses que llevamos sufriendo los efectos devastadores de la Covid-19, hemos podido leer decenas de noticias haciendo referencia a la relación directa que existe entre la introducción de especies exóticas y el peligro de trasmisión de enfermedades que ello conlleva. Y es que, diversas fuentes científicas han situado el posible origen de este virus en los murciélagos y los pangolines que se vendían en el mercado de Wuhan (China).
Muchas especies de murciélagos son portadoras de enfermedades, como otras variantes de Covid, y pueden transmitir a través de mordeduras, saliva, carne, etc. Esta información ha suscitado bastante interés en muchas personas que no conocían la verdadera problemática que conlleva el tráfico ilegal de especies exóticas.
Sin embargo, y aunque este origen (de ser cierto), podría ser responsable de la mayor pandemia desde la gripe española de principios del siglo XX, los daños producidos por las especies exóticas invasoras (EEI) tienen muchas más variables. Además el origen de las especies exóticas, en gran mayoría de casos y sobre todo en plantas, no tienen relación directa con el mencionado tráfico ilegal.
Multitud de estas especies consideradas invasoras – las cuales tienen que cumplir unos requisitos comportamiento y adaptación al nuevo medio para ser etiquetadas como tal- tienen su origen de introducción en otros motivos: sueltas accidentales, en cargamentos de barcos, a través del casco de embarcaciones o, como en el caso de las plantas, por el comercio e importación legal para uso en jardinería.
Aunque una de las consecuencias que acarrea su proliferación es la trasmisión de enfermedades a otras especies o al propio ser humano (zoonosis), otros muchos y devastadores son los daños que estos seres producen: extinción y desplazamiento de especies autóctonas, alteración de los hábitats, alteración de componentes del suelo a través de sustancias alelopáticas en las plantas, hibridaciones con pérdida de la pureza genética o pérdidas económicas graves directas o indirectas.
Es por todo ello que el estudio de estas especies y los daños que producen en el ecosistema es vital para su control o erradicación. La gestión de poblaciones, coordinación con otros países, entre comunidades autónomas o la elaboración de planes para el control de poblaciones (como el que se lleva a cabo contra la cotorra argentina en Madrid y otras ciudades) son labores llevadas a cabo por expertos gestores de la conservación de los espacios naturales para mantener la buena salud y el buen equilibrio vital del medio que nos rodea.
Ernesto Ahijado es docente del ISM del curso Gestión de Especies Exóticas Invasoras, en el que se formará al alumno en las principales especies invasoras en España y Europa y sus consecuencias en el medio.
A día de hoy, el SARS-COV-2 solo se ha encontrado en humanos y en algunos carnívoros a los que los humanos se lo hemos transmitido, pero no ha sido encontrado en ningún murciélago ni en ningún otro animal silvestre, así que el origen epidemiológico de la enfermedad sigue sin conocerse
Es decir, sabemos que la COVID-19 tiene origen zoonótico, pero desconocemos qué animal silvestre actuó como primer transmisor a los humanos.
De hecho, hay estudios en los que se inoculó experimentalmente una especie de murciélago con el virus de la COVID 19 y que los animales no se infectaron, ni padecieron la enfermedad ni el virus se reprodujo en ellos (https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/tbed.13949).
Con la información que existe, especular con el origen o desinformar sobre los quirópteros, que ya de por sí es poco valorado por la población, es un acto poco responsable.
Es un hecho que los quirópteros tienen multitud de beneficios en el medio en el que conviven y desarrollan su ciclo vital ya que las especies insectívoras pueden ingerir cientos de insectos en una sola noche, incluso mosquitos que son vectores de transmisión de enfermedades zoonóticas tales como la fiebre amarilla o el paludismo. Sin embargo, como otras muchísimas especies animales, en algunos casos son portadores de enfermedades zoonóticas también.
Lo único que queremos dejar plasmado es la importancia de no favorecer la expansión de EEI ya que muchos de los virus, bacterias o parásitos que portan no les afectan ni a ellos ni a muchos de los organismos del ecosistema al que pertenecen. Debemos recalcar la gran fragilidad de estos ambientes en los que desarrollan y que implica miles de años de evolución paralela en sus relaciones.