En esta ocasión no hablaré de ninguno de los proyectos profesionales en los que estoy inmerso, sino que en un breve post compartiré algunas reflexiones a propósito de la celebración del Día Mundial sin Coches (22 de septiembre).
Esta celebración se enmarca en la Semana Europea de Movilidad, que este año se celebraba bajo el lema “Muévete por un aire más limpio”, y que ha movilizado a 2.000 ciudades de 43 países con el objetivo de alertar sobre los efectos del transporte local en la calidad del aire.
Como todos los años, en mi ciudad -Santander- se celebró el Día Mundial sin Coches, con una serie de interesantes actividades organizadas por la Concejalía de Medio Ambiente y Movilidad Sostenible: y sobre ello voy a desarrollar algunas reflexiones a continuación.
Más allá de las buenas intenciones de la iniciativa, que aplaudo, me surge la duda de si se ha conseguido cumplir, al menos parcialmente, el objetivo de potenciar la movilidad no contaminante, y generar pautas de conducta más sostenibles. Y lamentablemente, la respuesta es que no. Y creo que ellos se debe a varios motivos, entre los que destaco los siguientes:
-Falta realmente una mayor implicación por parte de las administraciones promotoras de estos eventos, a la hora de tomarse más en serio las acciones a desarrollar. Comentando este aspecto en las redes sociales, el usuario de Twitter @BrunoCendon destacaba el caso de ciudades europeas como Toulouse, en las que una vez al mes se corta el tráfico en el centro de la ciudad, con una gran aceptación ciudadana.
-Seguimos teniendo una gran comodidad y dependencia del transporte privado incluso para realizar desplazamientos muy cortos en los pueblos y ciudades. Ello hace que sean relativamente pocos los usuarios que utilizan habitualmente el autobús y otros medios de transporte colectivo (un debate muy interesante sería el relacionado con la eficiencia de dicho sistema, su calidad y precio, etc.).
-Cuando de celebran efemérides como el Día Mundial sin Coches, muchas veces nos quedamos en aspectos en mi opinión superficiales como que “ese día el autobús es gratis y hay que aprovecharlo”, sin prestar tanta atención al resto de actividades programadas, ni llevar a cabo una reflexión más profunda sobre nuestros hábitos, y sobre lo mucho que podríamos mejorar nuestra calidad de vida con pequeños cambios rutinarios.
Para finalizar, no quiero olvidarme de reconocer el valor de las actividades de sensibilización realizadas tanto en Santander como en muchísimos otros lugares, creo firmemente que la educación ambiental es imprescindible para lograr cambiar nuestras actitudes y así hacer entre todos más saludable la vida en el Planeta Tierra.
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