A través de su artículo 8º, la Directiva Europea de Eficiencia Energética (DEEE) da un papel primordial tanto a las Auditorias Energéticas (AEn) como a los Sistemas de Gestión Energética (SGEn) para la consecución de los objetivos europeos en materia de ahorro energético y cambio climático (léase PLAN 20/20/20 u HORIZONTE 2050).
Estas herramientas deben abarcar todas las actividades de una organización (procesos, instalaciones, edificios y transporte) y ser realizadas por profesionales debidamente formados. Su alcance incluye todos los sectores empresariales, y tanto grandes empresas como PYMEs, aunque, por ahora, son sólo de obligado cumplimiento para las grandes empresas (RD 56/2016).
Estas dos formas de evaluar la eficiencia energética en las empresas comparten muchos aspectos, pero también ciertas diferencias que a continuación se explican.
El objetivo compartido tanto de la AEn como de la implantación de un SGEn es determinar, de la forma más precisa posible, el desempeño energético de la organización, además de detectar oportunidades de mejora que ahorren energía y reduzcan costes.
Pero, mientras una AEn es un estudio pormenorizado de los consumos de energía de la empresa y un análisis técnico-económico de las propuestas de mejora que se podrían poner en marcha, un SGEn es un proceso que, tomando como partida la propia AEn, realiza una gestión continuada enfocada a la mejora continua.
Es decir, un SGEn implanta realmente una filosofía de eficiencia energética en las empresas mediante una política energética que se concreta en un plan energético que es secundado por toda la organización, a través de la implementación y operación de procedimientos concretos de trabajo.
En el siguiente esquema se puede ver más claro:
Respecto a si es más aconsejable implantar un SGEn o hacer una AEn, cada organización debe analizar, en función de sus circunstancias y necesidades, qué es lo más conveniente.
En términos generales, si la organización ya tiene implantado un sistema de gestión ambiental y/o de la calidad es más sencillo plantearse integrar un SGEn dentro del sistema de gestión ya existente. Crear lo que se denomina un Sistema de Gestión Integrado (SGI).
Otro factor a tener en cuenta es la madurez en materia de eficiencia energética que tenga la organización. Si existe una experiencia previa en la búsqueda sistematizada del ahorro energético, ello es clave para decantarse por un SGEn que permita dar continuidad a esa labor de mejora que hasta la fecha se venía realizando.
En los casos en los que la organización lo que persigue es una rápida implantación de medidas de ahorro energético no planteadas anteriormente, la opción de la AEn es lo más aconsejable, donde reflejamos la instantánea de la situación actual, establecemos unos indicadores y analizamos económicamente las mejoras de ahorro energético para su posible puesta en marcha mediante un plan de acción.
Posteriormente, una vez realizado el análisis inicial y teniendo un profundo conocimiento de la situación, se recomienda hacer una gestión continuada, un seguimiento tanto de la evolución de las acciones que se pongan en marcha como de los indicadores, también conocidos como IDE (Indicadores de Desempeño Energético) de forma periódica en el tiempo.
Este proceso en el que medimos de forma constante, evaluamos, tomamos nuevas decisiones y comprobamos la eficacia de las acciones que hemos puesto en marcha anteriormente, es en realidad un SGEn.
En conclusión; AEn y SGEn se complementan y ambas persiguen un mismo objetivo de ahorro energético.
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