El otro día, leyendo la noticia que publicamos en la Comunidad sobre la apuesta de Nicaragua por el Turismo sostenible, recordé mi estancia allí el verano pasado y me alegré; Nicaragua es un país que necesita mejorar la calidad de vida de su población, pero también me dio un poco de vértigo. Espero que ellos sean capaces de gestionar sosteniblemente su turismo y no repitan los errores que se han cometido aquí con la gestión de nuestros recursos turísticos. En particular me acordé de dos lugares especialmente singulares y que todavía conservan el encanto de los sitios poco accesibles y sin casi «explotación».
El primero de ellos es Little Corn Island, una pequeña islita en medio del Caribe Nicaragüense a la que solo se puede llegar en carguero y lancha o en avión y lancha; sus habitantes son tranquilos isleños que tienen un pequeño puerto, un par de restaurantes y tiendas y una agencia de buceo. Little Corn no tiene carreteras ni hay vehículos a motor, puedes recorrer la isla a través de la selva o la playa por sus pequeños senderos de tierra. Los «hoteles» son cabañas de madera instaladas en la arena y con las comodidades básicas pero con un impresionante emplazamiento (la selva a sus espaldas y una despejada vista del mar al frente). Cuando yo estuve se estaba planeando hacer un hotel de hormigón con puerto y playa privada, idea que no gustaba nada a los isleños que prefieren continuar con su turismo minoritario de personas que invierten un día de viaje para llegar hasta allí.
El segundo lugar es Ometepe, isla en medio del lago de Nicaragua y en la que se centraba el artículo. A Ometepe sólo se puede llegar en barco y sólo la mitad de la isla tiene carretera asfaltada, el único transporte público es un antiguo autobús escolar canadiense que pasa cada hora. El alojamiento en Ometepe es predominantemente de «ecolodges», antiguas fincas agrícolas reconvertidas en alojamientos, en las que el turismo convive con la naturaleza y los usos tradicionales. Algunos de estos establecimientos se especializan en sistemas como la permacultura o agricultura biodinámica, en algunos casos permitiendo que los huéspedes participen en las labores agrícolas como voluntarios a cambio del alojamiento.
Éstos son dos ejemplos de turismo sostenible que deberían imitar muchos otros países para no acabar devaluando su calidad y originalidad a cambio de la promesa de un turismo masivo.
Pero no hace falta irse muy lejos para encontrar buenos y malos ejemplos de Turismo Sostenible:
España ha sido tradicionalmente un país turístico de «sol y playa». Yo misma he pasado los largos veranos de mi infancia en casas de alquiler cerca del mar en la costa levantina y poco a poco he visto como los pueblos costeros cambiaban sus casas bajas, huertos, descampados y dunas por bloques de apartamentos, hoteles de veinte plantas, centros comerciales y paseos marítimos gigantes. Los tranquilos paseos por el pueblo se convirtieron en atascos para ir al centro comercial y luchas por un centímetro de arena donde clavar la sombrilla. Algunos turistas fueron buscando lugares menos conocidos y escondidos donde recuperar la tranquilidad y comenzó el interés por el turismo rural.
El turismo rural se ha triplicado en los últimos diez años debido a esa búsqueda por otro tipo de ocio más relacionado con el contacto con la naturaleza y la vuelta a las costumbres tradicionales en la arquitectura, la gastronomía, e incluso en la producción agrícola. Existe una gran variedad de casas rehabilitadas con arquitectura tradicional, o casas de nueva construcción diseñadas con criterios de arquitectura bioclimática y eficiencia energética. La mayoría de ellas complementan el alojamiento con una oferta de actividades al aire libre, gastronomía autóctona o incluso talleres para aprender antiguas artes tradicionales.
Pero no siempre el turismo rural es sinónimo de sostenible, este boom en la demanda tiene el peligro de que los lugares se masifiquen y se pierda la originalidad y el encanto de los lugares en favor de «algarrobicos rurales». Por ello es importante que tanto los responsables de negocios turísticos como las administraciones locales conozcan los principios del Turismo Sostenible para que puedan gestionar su negocio de forma equilibrada, sacar todo el potencial a sus valores locales pero sin explotarlos de la forma en la que se ha esquilmado el litoral español.
Porque otro turismo es posible.
Efectivamente, otro turismo es posible. Hay que ser conscientes de que el abuso puede destruir el atractivo turístico de cualquier lugar y desarrollar estrategias a largo plazo que compatibilicen, cuando sea posible, la conservación y el uso turístico.
Pones ejemplos de casos que van más allá del negocio verde y se implican con la realidad ambiental local, creo que esa es la clave en la sostenibilidad del turismo.
Otro turismo es posible y hay mucho que aprender.
Alberto, me temo que has dado con la clave: planificación a largo plazo. Todo lo que no pase por evitar resultados cortoplacistas es contraproducente en términos de Turismo Sostenible
Has acertado de todo Beatríz. Otro tipo de turismo es posible e incluso diría que la demanda está aquí esperando la luz. Lo que creo que falta realmente en España es una oferta. No hace falta ir muy lejos para darnos cuenta del camino que nos queda. Solo con cruzar el Pirineo ya podemos apreciar la immensa oferta que existe allá. En parte se debe a una legislación menos exigente, y porqué existe una grán cantidad de proveedores de alojamientos diferentes, alternativos vease constructores de cabañas, de roulottes, de casas de madera,… Que ofrecen una verdadera solución para el que se quiere lanzar sin una grán inversión. El destino juega un papel relevante en la decisión ocio. Pero creo que Francia nos enseña que el activo «paisaje» no lo hace todo. El alojamiento como valor diferencial, el respeto al medio ambiente y la no masificación en si ya pueden ser un destino al 100% que será completado por las propuestas de ocio del propietario. En Casárbol, creemos firmemente en que este «modelo francés» encontrará cabida en España por eso hemos apostado por apoyar el turismo rural sostenible sin sacrificar al confort. Se puede perfectamente conciliar ambos conceptos tal y como lo demuestran nuestras propuestas de alojamientos que vendemos en España.