Un equipo internacional de investigadores, liderado por el oceanógrafo español Carlos Duarte, ha diseñado una nueva generación de sensores de seguimiento milimétricos y biodegradables que, acoplados en animales marinos, ayudarán a evaluar la salud de los océanos y preservarlos mejor.
El desarrollo de los nuevos sensores forma parte de un proyecto dirigido por Duarte y por el oceanógrafo Rory P. Wilson, de la Universidad de Swansea (Reino Unido), y que integra a una veintena de investigadores de todo el mundo, como el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), la Universidad de California, o el CSIC y la Universidad de Illes Balears, en España.
«Nuestra intención es conseguir una revolución en el mar parecida a la que supuso el paso del teléfono al smartphone, y equipar a los animales con tecnología avanzada para diagnosticar con precisión el estado de los océanos», ha dicho Duarte en la rueda de prensa en la que ha presentado alguno de estos sensores.
En la actualidad, el estado de los océanos se monitoriza básicamente con buques equipados para tomar muestras en zonas marítimas o con vehículos autónomos llamados ‘gliders’ submarinos, que trabajan entre los 200 y los 2.000 metros de profundidad y después rebotan la información a balizas situadas en la superficie o en las zonas costeras.
Otro método es «utilizar a los animales como oceanógrafos», colocando sensores en cetáceos o reptiles, animales que en algún momento salen a la superficie para respirar y transmitir por satélite los datos registrados.
Precisamente la transmisión de datos es uno de los «cuellos de botella» de la investigación oceanográfica que pretende superar este proyecto, con sensores diseñados con los últimos avances en nanotecnología, ciencia de materiales y big data que, entre otras cosas, transmitirán los datos por bluetooth o ayudados por drones.
Los sensores 18 sensores que se han diseñado en este proyecto miden como mínimo la temperatura del agua, la salinidad, y la presión, además de llevar incorporados un giroscopio y un acelerómetro, elementos que medirán con precisión el movimiento de los animales además del estado del agua.
Uno de los grandes logros del proyecto ha sido «reducir el tamaño de los sensores unas 100.000 veces, hasta conseguir que el más pequeño mida una cabeza de alfiler y realice los mismos registros que uno de un kilogramo», según Duarte.
Pero, además, los nuevos sensores, hechos de materiales avanzados y dúctiles, se podrán imprimir en impresoras 3D y en impresoras normales también, o estarán hechos de materiales biodegradables e irán equipados con mecanismos que les permitirán cargar la energía con el movimiento del animal para no tener que llevar baterías.
Todos estos dispositivos ya están diseñados y algunos de ellos se están probando ya esta semana con los animales del Oceanográfic de Valencia, primero con tortugas y tiburones, aunque los ensayos se extenderán después a delfines, langostas, moluscos y crustáceos.
«Ahora mismo lo más importante es probar los nuevos sistemas de fijación de los sensores», para adosarlos o incorporarlos a cada animal de manera «adecuada» y sin dañar la salud del animal, ha subrayado el oceanógrafo español.
El próximo paso es hacer un ensayo en aguas libres, probablemente en el Mar Rojo el próximo mes de mayo y dentro de un año realizar una prueba a mayor escala en los arrecifes de coral de Australia.
«El objetivo es ver los océanos desde el punto de vista de los animales, tal y como lo ven ellos», algo que puede ser útil no sólo para la conservación de la biodiversidad sino para medir los efectos del cambio climático o evaluar el impacto de algunas actividades humanas como los sondeos sísmicos.
Utilizar todas estos nuevos sensores será un salto de gigante para los biólogos que pasarán de medir la actividad y su posición una vez cada 15 minutos a saber dónde y cómo están en cada momento», ha destacado el codirector del proyecto Rory Wilson.
Fuente: El Diario
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