Ya llevamos una semana oyendo hablar sobre la cumbre de París y los acuerdos contra el cambio climático. Pero a medida que se llega al final de las negociaciones existen una serie de cuestiones importantes que resolver. Porque un pacto mundial que comprometa a las 195 naciones reunidas en Francia no es fácil, por supuesto. Y eso que el lo que nos jugamos es el futuro del planeta. ¿Qué quedará tras las reuniones, los acuerdos y las discusiones? ¿Qué cabe esperar? ¿Veremos por fin un esfuerzo conjunto que beneficie al mundo completo? Hay temas que todavía siguen negociándose. Aquí van algunas preguntas que todos deberíamos hacernos.
¿Cuales son los límites propuestos?
Los acuerdos contra el cambio climático implican que cada país pondrá una serie de medidas que reduzcan la emisión de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero al medio ambiente. Esto tiene como intención el frenar un aumento de temperatura procedente del calentamiento global. Dicho aumento acelerado tiene, según explica el consenso científico, un claro origen antropogénico. Es decir, aunque el cambio climático es algo que ocurre de manera natural, según hemos visto por episodios anteriores, nunca lo ha hecho de manera tan rápida y brusca, lo que tiene como origen al hombre. Y cuyas consecuencias no conocemos pero prevemos como nunca vistas.
Por tanto, la misión es reducir ese aumento, esa aceleración. ¿Cuál es, por tanto, el límite? La intención hasta la fecha era reducir el aumento por debajo de los dos grados Celsius en las siguientes décadas. Un límite previsto como catastrófico. Estos dos grados, ya han advertido algunos científicos, podrían no ser suficientes como límite, explican. Sabemos muy poco sobre los efectos de «feedback» que tienen estos procesos globales. Por lo que la estimación podría quedarse corta. Por eso, 105 países han decidido apostar por un límite aún más bajo, en torno a los 1.5 grados Celsius. La negociación todavía está en la mesa.
¿Qué costarán los acuerdos contra el cambio climático?
Y a quién, claro, que es la pregunta inmediatamente subsecuente. Como ya hemos dicho en más de una ocasión, luchar contra el cambio climático no es fácil; ni barato. ¿De dónde saldrá el dinero para costear las medidas que pondrán fin a las emisiones de los países? Hay una cuestión que se lleva discutiendo incluso antes de la celebración del COP21: ¿están los países más contaminantes implicados en el daño causado a los que más han sufrido por el calentamiento global? Los países más pequeños, que han sufrido más pérdidas en cuestiones agrarias o bajo catástrofes climáticas ¿tienen derecho a denunciar a los grandes emisores de gases? Y si esto es así, ¿cómo reaccionará el fondo internacional? ¿Y los países?
Aparte de esta cuestión, que probablemente nunca llegue a buen puerto (o a gusto de todos), existe otra cuestión fundamental: ¿cómo harán frente los países más pobres a las medidas propuestas durante la cumbre? La ONU ha acordado crear un fondo común de unos cien mil millones de dólares para apoyar las medidas necesarias en los países más pobres comprometidos con los acuerdos contra el cambio climático. Pero ¿será suficiente dinero? ¿Cómo se atribuirá? Otra cuestión que todavía se está negociando.
¿Qué sanciones o medidas habrá contra los que no cumplan?
Bien, aquí está el quid de la cuestión: los acuerdos contra el cambio climático son voluntarios. Es decir, no existe ningún acuerdo legal que ligue a los países comprometidos. Algunos países, como China o Francia, quieren convertir estos acuerdos en algo legalmente punible. Es decir, que quien no cumpla, pague por las consecuencias legales del incumplimiento. Es una manera de forzar a realizar las medidas y conseguir objetivos. Una manera bastante eficiente pero que poner en peligro la integridad de los países menos pudientes, quienes podrían contraer deudas tremendas por no poder cumplir con los acuerdos contra el cambio climático.
Por otro lado, países como Estados Unidos, sin embargo, velan más por un acuerdo positivo. Es decir, que se premie el cumplimiento de manera económica o con otros beneficios internacionales. Esto parece la decisión más proactivapero no hay que olvidar que también podría convertirse en una excusa para beneficiar a ciertos países a costa de otros que no tienen los medios adecuados para cumplir con las medidas necesarias en los acuerdos contra el cambio climático. Como vemos, el asunto está lejos de acabar en un acuerdo claro y conciso.
Todavía quedan unos días para que acaben las negociaciones. Mientras tanto, cada vez se levantan más cuestiones sobre el qué y el cómo en la manera de afrontar el cambio climático. Las implicaciones, como vemos, serán fuertes para todos los países participantes, convirtiendo la discusión en una batalla política más dura de lo que imaginamos. Pero el planeta se sigue calentando. Solo esperamos que el COP21 llegue a buen puerto. Para todos.
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