Con 7.000 millones de personas viviendo dispersas por el planeta y el territorio cartografiado al milímetro vía satélite cuesta trabajo pensar que haya algo vivo al margen de la observación humana. Y, sin embargo, dicen los científicos, apenas sabemos nada de lo que nos rodea. Un estudio presentado el martes asegura que nueve de cada 10 especies están aún por descubrir y catalogar. Según el trabajo, publicado en la revista PLoS Biology, el 86% de las especies terrestres y el 91% de las marinas están todavía por ser descubiertas.

Los científicos se aventuran también a decir cuántas existen… aunque no las hayamos catalogado aún: 8.700.000 es el número estimado, con un margen de error de 1,3 millones arriba o abajo. Del total, 6,5 millones serían terrestres y 2,2 millones, marinas.

Anunciado por el Census of Marine Life, un proyecto internacional que aglutina a cientos de investigadores, el cálculo es el más preciso realizado hasta ahora sobre la diversidad de la vida. Está basado en una técnica analítica que ha permitido mejorar las estimaciones previas, ya que hasta ahora se decía que el número de especies podía estar entre tres millones y 100 millones.

Que haya tal grado de incertidumbre sobre una materia así puede resultar sorprendente, pero tiene una explicación sencilla. El científico sueco Carlos Linneo fue quien ideó a mediados del XVIII, en pleno siglo del enciclopedismo, el sistema de clasificación de especies que sigue vigente hasta hoy.

Desde entonces, los científicos han descrito cientos de miles. Sin embargo, nunca hubo un catálogo centralizado. El conocimiento está disperso y son muchas las repeticiones, ambigüedades y lagunas. Sólo en los años recientes, con el avance de la informática e internet, ha podido la comunidad científica intentar crear un inventario global de las especies descritas.

Kniphofia foliosa, Nueva Zelanda. Foto: Elbereth

Al parecer, hay 1.250.000 catalogadas y se cree que otras 750.000 han sido descritas por algún científico alguna vez en algún lugar del mundo, pero aún no han llegado al archivo global. De este modo, la Ciencia no sabe hoy en día ni siquiera cuántas especies conoce. Y más dudas hay sobre las que están por descubrir en un planeta que sigue arrojando sorpresas. En grupos como plantas, hongos o insectos la diversidad oculta es ingente. En un experimento famoso, el entomólogo Terry Erwin fumigó a finales de los 70 un sólo árbol de la selva tropical para contar todos los insectos que había en él. Halló 1.200 especies distintas, muchas de ellas nuevas para la ciencia.

Esto es lo que ha llevado a diversos expertos a hacer estimaciones sobre el número total en base a las conocidas. La presentada ayer en la revista PLoS Biology ha tomado los datos más recientes y completos y los ha manejado con modelos matemáticos basados en las distintas «pautas de diversificación» que los autores han encontrado en cada familia taxonómica. Es decir, las extrapolaciones se han hecho con fórmulas concretas para cada uno de los cientos de subgrupos en los que se clasifica a los seres vivos.

¿Y qué utilidad tiene saber cuántas especies hay? El autor principal de la investigación, Camilo Mora, de la Universidad de Hawaii, lo ha explicado al servicio de noticias Eurekalert: «Saber cuántas especies hay, junto a su distribución y abundancia, es particularmente importante ahora porque un sinfín de actividades humanas están acelerando las extinciones. Muchas van a desaparecer antes de que sepamos de su existencia, y con ello se perderá su función en los ecosistemas y su contribución al bienestar humano».

El trabajo se ha publicado junto a un comentario editorial a cargo de lord Robert May, ex presidente de la Royal Society británica, quien escribe: «Es un homenaje al narcisismo humano que sepamos cosas como que el número de libros en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos el 1 de febrero de 2011 era de 22.194.656, pero que no podamos decir, ni siquiera por aproximación, cuántos tipos de plantas y animales comparten el mundo con nosotros». Para May, esa biodiversidad «es algo más que algo bello o algo maravilloso». «Es la base de los servicios que nos proporcionan los ecosistemas y que aunque no aparecen en el PIB son esenciales para la continuidad de la humanidad», afirma.

Por servicios de los ecosistemas Robert May se refiere a tareas como la renovación del aire, la depuración de las aguas o la fertilización del suelo que la naturaleza realiza. Su apelación al valor económico no es una ocurrencia solitaria. De hecho, la Comisión Europea y la ONU iniciaron en 2007 un proyecto, llamado The Economics of Ecosystems and Biodiversity (TEEB), destinado a calcular cuánto vale la naturaleza en términos monetarios, con la intención de que sirva de llamada de atención sobre la urgencia de conservarla.

Fuente: http://www.elmundo.es