Cada vez que nos tomamos una refresco con burbujas, estamos bebiendo CO2 disuelto en el agua. La planta de Hellisheiði, de 300 MW, funciona según un principio similar: confina en agua el CO2 que atrapa del aire, en una proporción de 1 kg del gas de efecto invernadero por cada 27 kg de agua dulce; a continuación lo inyecta a 700 metros bajo tierra.
La técnica concreta implementada en esta central se denomina “de captura directa de aire” y su filosofía podría resumirse como “hacer que las máquinas funcionen como un árbol”. A través de un sistema de ventiladores absorbe aire, filtra el CO2 que contiene e inyecta este gas en agua, que es bombeada al subsuelo. Y allí, el CO2 se filtra a las rocas.
En los últimos tres años, la planta de Hellisheiði ha inyectado más de 18.000 toneladas de CO2 en el subsuelo en el marco de un proyecto desarrollado por Carbon Engineering junto con CarbFix y del que informa Quartz Media. Durante este tiempo, los científicos comprobaron que el dióxido de carbono en estas mezclas de agua estaba reaccionando con la vasta roca basáltica del subsuelo de la isla y formando minerales muy rápidamente.
Según explican, el proceso de convertir el CO2 en roca generalmente lleva cientos o miles de años. Sin embargo, en Islandia la mineralización se ha producido en menos de dos años. La velocidad, indican, probablemente está relacionada con la singular geología local. Los acuíferos de arenisca, que han sido el tipo de sistema de roca más estudiado cuando se trata de sistemas de inyección de dióxido de carbono, reaccionan muy lentamente con el CO2. La roca de basalto, sin embargo, parece reaccionar mucho más rápidamente, probablemente debido a la presencia de metales como el hierro y el aluminio.
El estudio ha mostrado, además, que una vez bloqueado en los minerales, el dióxido de carbono no puede volver a la atmósfera durante millones de años. Y este tipo de roca de basalto no solo está presente en Islandia, sino en grandes depósitos en todo el mundo. Ademas, de acuerdo con Edda Aradóttir, geólogo de CarbFix, la técnica aplicada en Hellisheiði tiene un coste inferior a los 30 dólares por tonelada de CO2, aún caro pero asumible.
La esperanza de los investigadores es que, a medida que la tecnología continúe avanzando y mejorando, vaya reduciendo más su coste y, paralelamente, aumente su tasa de adopción.
Fuente: EnergíasRenovables.com
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