La industria textil es la segunda más contaminante del mundo. Y a pesar del cambio que ha sufrido en los últimos años, con la eliminación de la mayoría de los componentes químicos peligrosos de sus procesos de producción, sigue generando el 3% del dióxido de carbono del mundo, lo que supone unos 850 millones de toneladas. Sin embargo, es consciente de esta situación y está haciendo grandes esfuerzos para cambiar su perfil medioambiental, aumentando la proporción de materiales reciclados para la fabricación de la prendas, cambiando las materias primas que más dañan al medio ambiente por otras más respetuosas, y buscando soluciones de reciclaje a las prendas finales. Se trata de formar parte de la economía circular, aunque aún tiene un largo camino que recorrer.
Según el último informe de Greenpeace, Fashion at the croos road, el 80% de la ropa que se consume en la Unión Europea no tiene salida, ni para una segunda vida ni para entrar dentro de los procesos de reciclaje. Del 20% restante, entre un 10 y un 12% tiene un segundo uso, a través de la venta en países en vías de desarrollo. Según un estudio de la Universidad de Delaware (Estados Unidos), se exportan 4,3 millones de toneladas de ropa desde países como EEUU, Alemania, Reino Unido y otros a India, Pakistán o Rusia. Pero desde allí, se reexportan a África, donde sólo el 30% se vuelve a usar como prendas de vestir; el resto se recicla como paneles de aislamiento térmico, trapos o rellenos para moquetas. Y solo el 8% de la producción textil vuelve al proceso productivo por el reciclaje.
En España, cada español se deshace de siete kilos de ropa al año, lo que supone unas 326.000 toneladas anuales. Aunque no es el país que lidera este ranking, en el que ocupa la primera posición Estados Unidos, con 13 millones de toneladas de prendas al año. En Reino Unido o Alemania se tiran cada año un millón de toneladas.
El problema, que de por sí tendría su propia importancia, va a más, ya que el consumo textil crece año tras año a nivel mundial. Entre el año 2000, en el que se produjo la explosión del fast fashion -moda rápida-, y 2014, la producción textil se dobló, superando los 100.000 millones de prendas. Para el año 2030, se consumirán 102 millones de toneladas de ropa a nivel mundial, frente a los 62 millones actuales.
Además, el consumo per cápita se ha incrementado un 60% y el tiempo de uso de la ropa se ha reducido a la mitad con respecto a hace cinco años, quedándose, de media, en los tres años. Y la tendencia, según Greenpeace, va a continuar al alza. Si, a nivel mundial, en 2015 el comercio textil llegó a los 1,8 billones de dólares, 10 años después se espera que alcance los 2,1 billones de dólares.
En España, la tendencia ha sido similar, y la industria se está recuperando de las caídas experimentadas por la crisis económica, con una facturación de más de 18.000 millones de euros en 2016 -aún están lejos los casi 22.500 millones de euros que logró en 2006-, según los datos de la patronal Acotex.
Este crecimiento implica un aumento de los residuos, para los que actualmente no existen casi tratamientos. La industria está buscando alternativas para hacer sus colecciones más sostenibles, sustituyendo el algodón, cuyo crecimiento se ha ido ralentizando, por el poliéster, un material más barato, pero también más contaminante.
El uso del poliéster se ha incrementado un 157% entre el año 2000 y 2016, hasta las 21,3 millones de toneladas para la fabricación textil -está presente en el 60% de la ropa-. Las emisiones de dióxido de carbono del poliéster triplican a las del algodón. Además, se trata de un material difícilmente degradable.
De los siete kilos de ropa de los que cada español se desprende anualmente, solo 1,5 kilos terminan en una planta de tratamiento.
España se ha marcado como objetivo recoger y reciclar el 50% de los residuos textiles para el año 2020, según se recoge en el Plan Estatal Marco de Gestión de Residuos.
Fuente: http://www.eleconomista.es
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