La huella hídrica es el volumen de agua dulce consumida, evaporada o contaminada necesaria para la producción y procesado de un producto y su medida supone “una mejora de los procesos, un mejor entendimiento de la gestión del agua y la consolidación la reputación corporativa de la empresa“, según la consultora del programa de medio ambiente de las Naciones Unidas, Maite Aldaya.
El jefe de Optimización Energética del Grupo Damm, Juan Antonio López, ha explicado que “el agua está muy presente en nuestro producto y la mejora continua está en producir más consumiendo menos recursos y rebajando el impacto ambiental“.
Para ello la empresa cervecera ha seguido la máxima “mide, analiza y actúa” en su planta del Espinardo en Murcia y ha medido su consumo de agua desde 2007 a 2012 con “más de 300 contadores de agua, vapor y gas dentro de las fábricas”.
La directora del área de sostenibilidad de Cetaqua, María José Amores, ha explicado que “hemos analizado cuatro etapas, la maltería, la producción del mosto, la de la cerveza y el envasado y hemos concluido que la mayor parte de la huella hídrica (un 96 por ciento) proviene de las materias primas, por lo que es importante introducir toda la cadena si realmente queremos reducirla“.
Amores ha concluido que la reducción de consumo de agua de estos cinco años ha sido de un 15 por ciento pero que los beneficios, además de ambientales, son económicos y de reputación: “así nos anticipamos a los riesgos legislativos“.
Por su parte, López se muestra satisfecho con el proceso, “es fácil saber lo que gastas en la fábrica pero no en la cadena y la ventaja es que ahora trabajamos con el agricultor, que ahorra en sus facturas y que ha establecido un vínculo con nosotros” aunque admite que lo difícil es transmitir el cálculo y la sensibilidad al consumidor final.
Para calcular la huella existe la herramienta “Water Footprint Network“, un documento de 2011 que mide la localización, el uso directo e indirecto del agua y desglosa la huella en tres medidas diferentes: la verde, que mide el consumo de agua de lluvia del suelo; la azul, que se refiere a la acumulada en la superficie; y la gris, el indicador de la contaminación y el impacto ambiental.
“Es importante que una empresa sepa dónde y cuánto consume para que pueda reducir la huella”, ha continuado Aldaya, por eso el proceso se divide en cuatro pasos “establecer objetivos, contabilizar la huella, valorar la sostenibilidad y formular respuestas“.
Fuente: EFE verde
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