El pasado mes de enero registró las temperaturas diurnas más altas desde que comenzaron las mediciones en 1961, un récord que compensaron las mínimas, que fueron 0,7 grados más bajas de lo normal, según ha asegurado este lunes la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).
En su balance climático mensual, la Aemet ha afirmado que las máximas de enero se situaron 2,1 grados por encima de la media, y que, en conjunto, el mes fue «cálido» -salvo en las Islas Baleares-, con una temperatura media en España peninsular de 6,4 grados, es decir, 0,7 por encima de la media registrada en el periodo de referencia (1981-2010).
Sin embargo, pese a la subida en las máximas, las mínimas estuvieron 0,7 grados por debajo de los valores normales para esas fechas, y la oscilación térmica diaria fue de 2,8, superior a lo habitual.
Se trató de un mes «cálido o muy cálido» en el cuadrante suroeste peninsular, en Galicia y en las regiones montañosas de la mitad norte, sobre todo en el Pirineo central, donde la anomalía llegó a estar en los 2 grados por encima de la media.
En el resto de la Península resultó un enero «normal o frío», mientras que en Baleares la temperatura media estuvo incluso 0,6 grados por debajo de los valores normales, por lo que se consideró un mes frío.
En Canarias, el primer mes de 2022 fue en general cálido, con 0,8 grados por encima de los valores normales, aunque de carácter variable de unas zonas a otras.
La Aemet también ha destacado el descenso en las precipitaciones respecto a lo habitual, pues la precipitación acumulada fue un 25 % inferior a la media.
Así, enero ha sido «entre seco y muy seco» en casi toda la Península y en Baleares, a excepción de la mitad norte de Navarra, País Vasco, este de Cantabria; mientras que en Canarias fue un mes «entre normal y seco» en las islas orientales y en las más occidentales, y en Gran Canaria, La Gomera y, especialmente, en Tenerife, los habitantes vivieron un enero «húmedo».
Las precipitaciones han sido un 36% menores de lo normal en los últimos cuatro meses
Rubén del Campo, portavoz de la Aemet, resalta que las “precipitaciones están claramente por debajo desde el inicio del año hidrológico”, que arranca el 1 de octubre. Si se toma como referencia el periodo comprendido entre 1981 y 2010, en los últimos cuatro meses “ha llovido un 36% menos” de lo normal. Los pronósticos, aunque siempre pueden fallar, son malos, advierte Del Campo. A corto plazo (para esta semana), se esperan muy pocas lluvias. A medio plazo (para todo febrero), “los modelos de previsión apuntan a lluvias por debajo de lo normal en la mayor parte de España”. Y a largo plazo (para los próximos tres meses) los modelos señalan que hay un 50% de posibilidades de que las precipitaciones estén por debajo de la media y solo un 20% de que estén por encima.
Entre octubre y abril es el periodo en el que en España se registran el 75% de las precipitaciones de todo el año. “Si en esos siete meses no cae la mayor parte de las lluvias, en el resto de los meses es difícil compensar, porque el verano casi siempre es muy seco”, cuenta Del Campo.
La falta de lluvias deja a Catalunya con una sequía «preocupante»
Catalunya acumula un año de sequía, con unas lluvias marcadamente inferiores a la media en buena parte de su territorio, con las excepciones puntuales como el área más occidental del Pirineo o las Terres de l’Ebre. La situación se ha acentuado en los últimos meses, en los que octubre, diciembre y enero han sido claramente más secos de lo habitual, con noviembre como el único mes en el que las precipitaciones fueron importantes de forma más o menos generalizada.
La falta de lluvias ha provocado que los embalses se hayan ido vaciando y ahora mismo los de las cuencas internas están al 56% de su capacidad, casi 30 puntos menos que hace un año y 20 puntos por debajo de la media de la última década. Fuentes de la Agència Catalana de l’Aigua (ACA) afirman que la situación es «preocupante» y que es necesario trasladar el mensaje «que debemos ahorrar agua», si bien añaden que el escenario de restricciones en el uso, sobre todo el doméstico, está lejos. La sequía no es ni mucho menos un fenómeno excepcional en Catalunya ni en el conjunto de la cuenca Mediterránea, pero su intensidad y las situaciones de déficit hídrico probablemente aumentarán en el futuro, como consecuencia del cambio climático, apunta Maria del Carmen Llasat, catedrática de Física de la Atmósfera del Departamento de Física Aplicada de la Universitat de Barcelona (UB).
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