La nube, si fuera un país, estaría entre los tres primeros del ranking de los que más electricidad consumen y, de forma indirecta, debido a su dependencia de un recurso que se basa en hasta el 80% de su producción en las energías fósiles, también entre los más contaminantes.
Cada viernes, incluso pese a la pandemia de la Covid-19, hay convocada en la red una concentración de Fridays for Future ante muchos de los ayuntamientos del mundo. El problema es que su activismo y el de una de sus miembros más mediáticas, Greta Thunberg, a favor del medioambiente, en el que internet juega un papel central, también tiene costes inesperados… los mismos que, de hecho, aseguran combatir.
Porque lo digital contamina. “Hay ingenuos que creen que eso de la nube es inmaterial y que no tiene ningún coste para el planeta, siendo que YouTube, de Google, es la mayor empresa consumidora de electricidad del mundo. En algunos países consume energías renovables pero en la mayoría no”, explica Javier Echeverría, catedrático de Filosofía y Lógica en la Universidad del País Vasco y especializado en la relación entre tecnologías de la información y la sociedad.
Así lo reafirman los números. Caso tras caso. Por ejemplo, la nube no sería nube sin los centros de datos repartidos por todo el mundo que almacenan los programas y datos de los millones de usuarios de la red. Y aunque “no hay estadísticas oficiales que detallen su consumo eléctrico específico, la Agencia Internacional de la Energía estimó que a nivel mundial en el 2014 era de 194 teravatios/hora (TWh) y que crecería hasta un 3%. Si esto ha sido así, ahora estará en torno a los 200 TWh”, señala Diego Rodríguez, catedrático de Economía en la Universidad Complutense especialista en escenarios sobre transición energética. “Y como referencia”, sigue, “la demanda eléctrica en España en el 2019 fue de 260TWh”.
Más allá de los data centers, Greenpeace, tomando por referencia al conjunto del sector de las tecnologías de la información, detallaba en el 2017 que con datos del año 2012 al 2014, el consumo del conjunto de las compañías, si fueran un país, es el tercer mayor a nivel global, no demasiado lejos de potencias como China y EE.UU. y por delante de Rusia, Japón e India. El 8% del consumo total. Mientras en el 2007 era la quinta. Y en la actualidad el tráfico de datos en internet se ha disparado. “Hoy en día se habla del tráfico en internet en términos de zettabytes –10 elevado a 21 bytes, frente a los 10 elevado a 12 bytes de los conocidos terabytes. Este aumento tiene una derivada inmediata en el consumo eléctrico”, dice Rodríguez. Y YouTube y los vídeos en streaming son los que concentran aquí gran parte del tráfico, se calcula que hasta un 80% del total en el sector.
El Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) del ministerio para la Transición Ecológica de España, así, y en base a un estudio publicado en Science, cómo desde el 2010 la capacidad de computación de los centros de datos se habría sextuplicado, el tráfico de internet aumentado por diez, y la capacidad de almacenamiento por 25, mientras el consumo de energía en los centros de datos sólo habría crecido el 6%. Pero en todo caso, crece, porque crece su uso y, a su vez, aumenta la necesidad de generar cada vez más electricidad para cubrir la demanda. Y si el origen del 80% de la energía consumida en el mundo es fósil , como cita la Agencia Internacional de la Energía, y ésta es la fuente principal de los gases de efecto invernadero en el mundo, es que el problema preocupa y va, además, a más.
En EE.UU., por ejemplo, las dos principales localizaciones de los data centers, ya sea en Virginia o en Chicago, apenas ven energía verde y renovable, con la nuclear, el carbón y el gas natural como su principal origen. En el caso de los ubicados en China, es sobre todo de origen en el carbón. En España, según la Agencia Internacional de la Energía, el petróleo y el gas natural son las principales fuentes energéticas del país. Y entre unos y otros, un informe de The Shift Project del 2018 especificaba que, precisamente, la participación de sólo las tecnologías digitales en las emisiones, desde el 2013, han aumentado en paralelo al uso de la red pasando de ser el 2,5 al 3,7%. El total de gases de efecto invernadero, mientras, también ha seguido en este tiempo su línea ascendente, según la Organización Meteorológica Mundial; tanto que, en noviembre del 2019, señalaba que se había alcanzado “un nuevo récord sin precedentes”.
El dilema, por tanto, está en las fuentes de la energía que permite funcionar a la nube. “Las grandes nubes, para que funcionen, necesitan la producción de varias centrales nucleares o plantas carboníferas, todas ellas muy contaminantes”, incide Echeverría.
Según el informe de Greenpeace, Apple es una de las tecnológicas más sensibles con el medioambiente, y luego aparecen Google y Facebook. Pero en la lista Amazon, Oracle y otras empresas chinas salen en la cola. También Twitter o WordPress. Y la lista es larga. Tanto que la media de las empresas, sea en su conjunto o sea en sus diferentes sectores (vídeos en streaming, música y audio en streaming, buscadores, e-commerce, etc.), suspenden en general y sin paliativo alguno.
El ejemplo de sus consecuencias lo ilustraba en un lejano 2009 la compañía antipirateo McAffee, cuando expresaba cómo la energía necesaria para enviar billones de e-mails spam cada año equivalía a dotar de energía a millones de casas, generando tantos gases de efecto invernadero como tres millones de coches. El caso se agrava hoy por el auge de plataformas como Netflix o el cada vez más habitual uso de las videollamadas en plena pandemia de la Covid-19.
Fuente: La Vanguardia
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