Un estudio internacional muestra que los seres vivos grandes, longevos y de baja fertilidad en riesgo de extinción, sean vegetales o animales, son responsables del 80% de la diversidad funcional en los ecosistemas del planeta.
La acelerada tasa de extinción de especies podría poner en peligro la salud de los ecosistemas de todo el planeta. Esto podría deberse, entre otras causas, al impacto de la extinción de determinadas especies cuyo rol es clave en el mantenimiento de las funciones y servicios que los ecosistemas proporcionan.
Esta es la principal conclusión de un estudio que publica Science Advances un consorcio internacional en el que participa Francesco de Bello, investigador del Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE), centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la Universitat de València (UV) y la Generalitat Valenciana (GVA). Para ello han analizado las funciones de 75.000 especies vegetales y animales, de las más de un millón consideradas en peligro de extinción, estimando su importancia en el funcionamiento de los ecosistemas terrestres.
El trabajo está liderado por el investigador de la Universidad de Tartu (Estonia) Carlos Carmona, del que Francesco de Bello fue anterior supervisor, y demuestra que la extinción de especies consideradas en peligro por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) modificaría significativamente, y a escala mundial, la gama de funciones que realizan las plantas, mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces de agua dulce en los ecosistemas.
Desde las musarañas y las lentejas de agua hasta las ballenas azules y las secuoyas, los animales y las plantas exhiben una extraordinaria variabilidad en sus características funcionales y morfológicas, incluyendo amplias diferencias en tamaño, peso, forma, o capacidad reproductiva. Estas características determinan el papel que juegan las especies en los ecosistemas, y también cómo estas responden a los diferentes impactos del cambio global.
El equilibrio de los ecosistemas no depende, por tanto, solo de la cantidad y variedad de especies que los componen y de sus relaciones, sino también del papel que juegan las distintas especies en el mantenimiento de dicho equilibrio. Esta diversidad funcional supone considerar que no todas las especies tienen el mismo rol y que en los distintos procesos que tienen lugar en los ecosistemas pueden intervenir distintas especies, pudiendo ejercer roles distintos o similares.
Así, algunas funciones particulares realizadas por un grupo taxonómico como plantas, mamíferos o peces de agua dulce, pueden ser redundantes entre muchas especies o sólo soportadas por unas pocas. Si estas funciones son muy redundantes, es poco probable que la extinción de parte de las especies afecte fuertemente las funciones de todo el grupo. Por el contrario, si determinadas funciones son realizadas por una o pocas especies, su desaparición conducirá a una reducción de la gama de funciones general.
Un millón de especies en peligro de extinción
En el contexto actual de declive global de la biodiversidad, con un millón de especies estimadas en peligro de extinción, es importante determinar en qué medida estas extinciones alterarán las características funcionales de plantas y animales. A través del análisis de la información filogenética y de diversos rasgos funcionales (características morfológicas, fisiológicas y fenológicas) de más de 75.000 especies se ha caracterizado el espectro funcional global de cada uno de los grupos estudiados.
“Utilizamos información de rasgos funcionales de 39.260 especies de plantas vasculares, 4.953 mamíferos, 9.802 aves, 6.567 reptiles, 6.776 anfibios y 10.705 peces de agua dulce de diferentes bases de datos publicadas. Para cada uno de estos grupos, elegimos un conjunto de rasgos funcionales fundamentales asociados con diferentes aspectos clave de su ecología”, explica el investigador del CIDE Francesco de Bello.
Según este trabajo, más de la mitad de las especies es responsable de menos del 20% de las funciones que realizan estos grupos, lo que implica que el 80% de las funciones restantes las realizan pocas especies, con características funcionales únicas, de las que no hay muchas otras especies funcionalmente redundantes.
Durante el próximo siglo, si las extinciones se ajustan a las predicciones de la UICN, la disminución funcional estaría entre el 0,3% (para los reptiles) y el 5,1% (para los peces de agua dulce). Si bien este descenso sigue siendo limitado, vendría acompañado de un aumento significativo en la gama de funciones que soportaría una sola especie (del 17 al 23% según el grupo), incrementando el impacto de futuras extinciones.
Más vulnerables a futuras extinciones
Dado que el riesgo de extinción no se distribuye aleatoriamente, sino que son las especies con tamaños más grandes, gran longevidad y madurez sexual tardía las que tienen muchas más probabilidades de verse amenazadas, “su extinción provocaría reorganizaciones notables en los espectros funcionales de la mayoría de los grupos, haciéndolos más vulnerables a futuras extinciones en el futuro”, concluye Carlos Carmona, responsable de la investigación.
«Si las extinciones ocurren más rápido de lo esperado se producirá un marcado aumento en el declive funcional global, lo que parece probable dada la actual aceleración de los cambios a escala planetaria”, advierte el investigador de la Universidad de Tartu. En este sentido, este tipo de investigaciones pueden resultar de gran interés para las políticas de gestión y conservación de la biodiversidad.
Fuente: Agencia Sinc
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