Algo más de un tercio de las observaciones de animales atropellados no se estarían registrando en los estudios sobre mortalidad de fauna, debido a que la ubicación de los cadáveres puede dificultar su localización, según un estudio realizado por un equipo científico liderado por la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC).
Los animales pueden morir por las heridas lejos de las carreteras, rebotar lejos por el choque o quedar retenidos por el vehículo, lo que complica su localización y registro.
El estudio ha sido realizado por la Estación Biológica de Doñana dentro del Proyecto SAFE para evaluar la mortalidad de fauna en las carreteras españolas.
SAFE está impulsado por el Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico (MITECO), en colaboración con las principales sociedades españolas de vertebrados terrestres, SECEM, SEO/BirdLife y AHE, ha informado este jueves la EBD-CSIC en un comunicado.
«La mortalidad por atropello puede ser una causa muy relevante de declive o incluso extinción en muchas poblaciones animales, hasta el extremo de que existen especies enteras que pueden verse amenazadas por este impacto», ha explicado Marcello D’Amico, investigador de la EBD-CSIC.
Según ha añadido Jacinto Román, técnico de la EBD-CSIC y primer autor del estudio, se trata de «un problema que aún no llegamos a comprender bien, debido a que la información que podemos recoger procede de la localización de los cadáveres de los animales una vez atropellados, pero esta información es sólo una pequeña parte del problema real y presenta importantes sesgos que, si no los tenemos en cuenta, distorsionan la magnitud y relevancia del impacto en las distintas especies».
Los estudios de mortalidad de fauna suelen estar centrados en el registro de cadáveres avistados en las carreteras y, en ocasiones en sus márgenes. Sin embargo, el animal atropellado no siempre permanece en el lugar de la colisión, lo cual dificulta e incluso imposibilita su registro.
Su muerte puede ocurrir con posterioridad en otro lugar diferente al del choque por heridas derivadas de él o puede suceder que el animal rebote como consecuencia del atropello fuera de la zona de búsqueda. También es posible que el cadáver quede atrapado en el vehículo, normalmente en la rejilla del radiador y, por lo tanto, sea alejado de la zona de colisión.
«Una de las particularidades de nuestro estudio es que hemos reunido una base de datos muy complicada de conseguir», ha afirmado Román.
Para llevar a cabo esta investigación, se realizaron 150 observaciones directas de atropellos causados de forma accidental por miembros del propio equipo científico o avistados durante la conducción.
Justo después del atropello, los investigadores paraban el vehículo y registraban el destino final del animal, de forma que detectaron que casi el 40 % de los animales atropellados no terminaron en la carretera.
Los resultados del estudio sugieren, además, que en un típico muestreo de atropellos puede ser difícil encontrar algunas especies más que otras. En algunos casos, puede resultar incluso imposible.
«La principal consecuencia de estos resultados es que finalmente podemos entender algo que se sospechaba desde hace tiempo: los estudios de atropello de fauna, tal y como se han llevado a cabo hasta ahora, pueden conllevar un importante sesgo», ha explicado Marcello D’Amico.
Fuente: EFEverde
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