La Unión Europea cuenta con una de las regulaciones más estrictas a nivel mundial para el uso de productos genéticamente modificados. Están regulados desde 2001 de forma que, dentro de las fronteras comunitarias, deben pasar estrictos controles de seguridad, trazabilidad y etiquetado.
Pero una normativa a la que acaba de dar luz verde el Parlamento Europeo desregulará los alimentos sometidos a “nuevas técnicas genómicas”, métodos como la edición genética que daría con cultivos más resistentes a los fenómenos climáticos extremos y podría derivar en una reducción del uso de pesticidas, alegan los partidarios de relajar los controles.
El cambio en la normativa vigente se da en un momento en que los campos europeos ya sufren las consecuencias del cambio climático. En España, asfixiada en plena sequía, el 2023 marcó un nuevo récord de siniestralidad asegurada, valorada en 1.241 millones de euros. La cifra supone un 56 % más respecto al año anterior, que ya había llegado a números récord, debido a la sequía y el constante paso de frentes tormentosos, según detalló Agroseguro.
El debate se aviva también en un contexto políticamente particular, con el sector agrícola movilizándose por todo el continente y a unos meses de las próximas elecciones europeas.
La propuesta de la Comisión -validada ahora por el Parlamento Europeo- distingue dos categorías diferentes y dos conjuntos de normas para las plantas modificadas genéticamente. Por una parte estaría la categoría de plantas que se pueden considerar “equivalentes” a las convencionales, que estarían exentas de los requisitos de la legislación de 2001. Una segunda categoría adaptaría ese marco de los transgénicos a las plantas modificadas con nuevos métodos.
Los eurodiputados aceptaron esta división pero enmendaron la propuesta para introducir una prohibición total de las patentes para todas las plantas con edición genética, el material vegetal, sus partes, la información genética y las características del proceso que contienen, para evitar “incertidumbres legales, mayores costes y nuevas dependencias para agricultores y obtentores”. Además, pide a la Comisión que se etiqueten los productos genéticamente alterados, y que evalúe la percepción por parte de los consumidores.
A lo largo de toda su tramitación, la regulación -o, más bien, desregulación- de los organismos genéticamente modificados ha sido objeto de críticas tanto en las organizaciones ecologistas como en la comunidad científica, el sector agrícola o los vigilantes del poder corporativo en Bruselas, que han denunciado la presión que la industria agroquímica ha ejercido en este proceso.
«El enfoque ingenuo de la Comisión respecto a la nueva ingeniería genética es irresponsable y complace injustamente a las grandes empresas agrícolas. Si esta ley inadecuada llega a entrar en vigor, el principio de precaución será pisoteado y el sector ecológico sufrirá las consecuencias”, opina la eurodiputada de Los Verdes y miembro de la comisión de agricultura del Parlamento Europeo Tilly Metz.
Nuevas técnicas genómicas
La Comisión Europea, que publicó su propuesta legislativa en julio, define las nuevas técnicas de modificación genética como “herramientas innovadoras que pueden contribuir a aumentar la sostenibilidad y resistencia de nuestro sistema alimentario” y apoyar al mismo tiempo los objetivos del Pacto Verde Europeo y la Estrategia ‘de la granja a la mesa’. “Permiten un desarrollo preciso y eficiente de variedades vegetales mejoradas que pueden ser resistentes al clima y a las plagas, requerir menos fertilizantes y pesticidas o garantizar mayores rendimientos”, sostiene la CE.
También desde Bayer, el gigante farmacéutico que adquirió Monsanto (la multinacional agroquímica), defienden que “no será posible garantizar la seguridad alimentaria y mitigar el cambio climático sin innovación en la agricultura, incluido el uso de nuevas técnicas como la edición genómica”.
“Al acelerar el descubrimiento, desarrollo y suministro de cultivos mejorados, la edición genómica encierra un enorme potencial para resolver los cada vez más numerosos y complejos retos a los que se enfrentan los agricultores, los consumidores y el planeta”, señalan en declaraciones a EFE desde esta empresa.
España está a favor de las nuevas técnicas genómicas y, de hecho, hizo de ello “una de las prioridades de la presidencia” del Consejo de la Unión Europea, recalcan también desde el Ministerio de Agricultura.
Pero desde el Corporate Europe Observatory (CEO), que investiga el ‘lobby’ en las instituciones europeas, condenan que la presidencia española del Consejo de la UE aprovechara documentos internos, enviados al grupo de trabajo en innovación agrícola en el marco de un encuentro planeado para septiembre, para hacer promoción de estas nuevas técnicas. Desde el departamento de Luis Planas no consideran que hubiera publicidad, y justifican que “es un programa de trabajo” centrado en ese tema.
Rechazo de los científicos
Pese a las expectativas de que la edición genómica sirva para abordar los retos climáticos, buena parte de la comunidad científica se opone a la desregulación, que aún deberá contar con el acuerdo del Consejo y ser aprobada en la negociación a tres bandas (Consejo, Parlamento y Comisión), en los llamados «trílogos».
“La Comisión Europea ha perdido de vista la ciencia y la seguridad”, rezaba el título de un comunicado de la Red Europea de Científicos para la Responsabilidad Medioambiental y Social (ENSSER, por sus siglas en inglés). En el escrito los especialistas alertaban de que la política sobre edición genética propuesta por la CE expondría «a los ciudadanos y al medio ambiente a alimentos, piensos y plantas potencialmente inseguros sin informar a los ciudadanos”.
“Equivale a un vergonzoso ataque al principio de precaución. Las nuevas plantas modificadas genéticamente deben seguir reguladas por la legislación vigente de la UE, que ha demostrado cumplir bien su propósito”, escribían. Los científicos advirtieron de los efectos adversos que nuevas técnicas como las “tijeras genéticas” (CRISPR/Cas) introducen en el genoma de la planta.
Otro centenar de académicos -especialistas en biología molecular, genética poblacional, biología evolutiva, agronomía o agroecología, entre otras disciplinas- se sumaron un mes después a estas críticas, y agregaron que la propia propuesta del Ejecutivo “reconoce que, incluso dentro de los NGT de categoría 1, pueden producirse cambios importantes que alteren significativamente la estructura y composición del alimento y, por tanto, su valor nutricional o la cantidad de componentes no deseados”.
En una carta abierta que publicaron en noviembre, los expertos reprochaban además la forma en que “los objetivos climáticos y de sostenibilidad se están usando para justificar la desregulación de los transgénicos”.
“El contenido de esta propuesta viola el espíritu del Pacto Verde de la UE. Aumentará enormemente los riesgos para el medio ambiente y hará que los agricultores dependan más de unas pocas empresas de semillas”, valora a EFEverde Nina Holland, investigadora del CEO.
Con la ley de reducción de pesticidas anulada -tras la decisión del ejecutivo comunitario motivada en parte por las protestas de agricultores- “parece que hay pocas razones para continuar a tal velocidad con la propuesta de nuevas técnicas genómicas, que ignora no sólo los riesgos medioambientales, sino también todos los impactos económicos en el sector de los alimentos ecológicos y libres de transgénicos”, abunda Holland.
El ‘lobby’ en Bruselas
Tras solicitar la información mediante procesos de transparencia, CEO y GMWatch descubrieron que Euroseeds y Croplife Europe -los grandes grupos de presión agroquímicos, en los que se incluyen gigantes del sector como Bayer o BASF- presionaron conjuntamente a la Comisión para que permitiera incluso que los cultivos tolerantes a herbicidas no estuvieran regulados. “Por tanto, la afirmación de que las nuevas técnicas genómicas reducirían el uso de pesticidas parece nula”, precisan desde estas oenegés.
“Yo no conozco ningún caso en el que los organismos modificados genéticamente vayan a permitir reducir el uso de herbicidas”, asegura por su parte Diego Bárcena, doctor en biología sintética y portavoz de la campaña de transgénicos de Ecologistas en Acción.
“El herbicida lo utilizas por la competencia que tienen las plantas adventicias con tu cultivo. Para tener un organismo modificado genéticamente que reduzca el uso de herbicidas, tendrías que crear una planta que mate a todas las de alrededor o que inhiba el crecimiento de estas. Eso no existe y no hay nada en planificación”, explica a EFEverde de la Agencia EFE.
De hecho, apunta que “lo único para lo que han servido los organismos genéticamente modificados en los últimos 20 años o 30 años que se utilizan estas plantas es para incrementar la venta de herbicidas”.
Este experto, biólogo molecular de formación, reconoce los aspectos positivos de la edición genética, pues, como cada tecnología, “tiene un potencial”. “Pero la industria está exagerando muchos de esos aspectos positivos”, juzga.
Mantener la normativa actual
Tanto Ecologistas en Acción como Greenpeace y Amigos de la Tierra aclaran a EFEverde que no están en contra de que se avance en la investigación o el uso de estas tecnologías, pero se oponen a la desregulación e insisten en que se mantengan bajo la normativa de 2001.
“Esa regla no tiene necesidad de cambiarse. Otorga a los ciudadanos de la UE la seguridad medioambiental y de salud con las pruebas necesarias de evaluación de riesgos”, argumenta Bárcena.
“El hecho de que se puedan dar modificaciones intencionadas y no intencionadas en el genoma por estas nuevas técnicas genómicas y que las plantas no pasen esta evaluación caso por caso puede dar problemas no sólo de salud para las personas”, arguye por su parte Helena Moreno, de Greenpeace. “Con esta falta de trazabilidad no se sabría de dónde vendrían”, añade, y puede acarrear consecuencias ambientales. “Si incluyes un gen que expresa una proteína, por ejemplo, que no es normal en esa planta, puedes generar un problema en el ecosistema”, advierte.
Los ecologistas señalan también al lobby de las multinacionales agroquímicas, a quienes “les interesa que las tecnologías se adopten lo más rápido posible y con el menor número de controles posible para lucrarse”, afirma Bárcena. “Muchas veces la misma empresa que crea la semilla tiene patentado tanto el gen de la resistencia como la producción del químico. Es un negocio redondo para ellos”.
“Una promesa de la industria no debería ser motivo para que los responsables de la toma de decisiones de toda Europa las regulen”, sentencia desde Bruselas Mute Schimpf, responsable de la campaña de alimentación de Amigos de la Tierra. “Estas plantas sometidas a edición genética se presentan como una solución para todo tipo de retos, lo cual no es cierto”, dice.
Para alimentar a una población creciente en un planeta recalentado y con menos agua disponible, pero sin dañar a los ecosistemas, la solución a juicio de esta experta pasa por la agroecología, por las plantaciones con diversas especies en un mismo campo, un trato adecuado del suelo y, sobre todo, “por soluciones desarrolladas a nivel local, que se adapten a las condiciones de cada lugar”.
“No sería la misma fórmula en el sur de España que en Dinamarca –prosigue– pero creemos que los agricultores y los investigadores juntos podrían averiguar lo que es realmente necesario para mantener la producción”.
Autora: Marta Montojo.
Fuente: EFEverde
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