1. Introducción
Una tarde de este verano que ya acaba estaba disfrutando de unos días de descanso en mi recóndito pueblo, Resconorio (alta montaña pasiega, en el interior de Cantabria), cuando a raíz del absoluto silencio que me rodeaba en ese momento, decidí que el siguiente post que iba a enviar a la sección de blogs del ISM iba a tratar sobre el medio rural español, su preocupante presente, y su futuro incierto.
Como suelo hacer normalmente en mis aportaciones a este blog, las reflexiones que comparto con los lectores son fruto de una experiencia y una visión muy personales. Estarán por ello un tanto cargadas de subjetividad, si bien en el apartado que analiza el futuro del medio rural trato de analizar las tendencias que actualmente se están experimentando en el mismo.
2. ¿De qué estamos hablando?
Antes de adentrarnos en distintas reflexiones de carácter general al respecto, quisiera dar respuesta a la siguiente pregunta: ¿De qué estamos hablando cuando hablamos de medio rural?.
Si nos ceñimos a la definición que nos proporciona la RAE, rural sería lo “Perteneciente o relativo a la vida del campo y a sus labores”. Pero incluso esta definición no está exenta de polémica, ya que de hecho aún está pendiente la eliminación definitiva de la acepción oficial que también entendía por rural lo “Inculto, tosco, apegado a cosas lugareñas”, con connotaciones claramente peyorativas. Y estos cambios obedecen a la petición de que sea tenida en cuenta la nueva realidad rural, dado que en la actualidad el mundo rural ha experimentando una profunda transformación en la cual sigue inmersa.
Resulta obvio que el mundo rural presenta muy distintas realidades en 2015. En palabras de Aurelio García, presidente de la Red Española de Desarrollo Rural (REDR), “el mundo rural se ha modernizado gracias al despliegue de las comunicaciones, de las tecnologías de la información y de los servicios educativos y sociales. Todo ello ha incidido en una mayor diversificación económica y en una mejora de la calidad de vida de sus habitantes».
3. Lo rural y lo urbano. Dos velocidades.
Todos hemos oído hablar alguna vez de la “Europa a dos velocidades”, y también solemos referirnos a dos velocidades cuando ponemos en comparación distintos aspectos económicos y sociales, fundamentalmente.
Y ello también ocurre invariablemente cuando analizamos la dicotomía rural-urbano. Pese a que haya voces autorizadas que defiendan que dicha dicotomía histórica entre lo rural y lo urbano cada vez está más difuminada y que van desapareciendo las diferencias existentes en el pasado, tengo claro que al menos en el contexto que yo conozco (Cantabria) cada vez la brecha entre ambos mundos, rural y urbano, es mayor. Lo cual no quiere decir que dicha brecha sea insalvable, ni que ambos mundos no estén condenados a entenderse, interactuar entre sí, y a complementarse, para hacer posible un desarrollo que sea realmente sostenible.
Si analizamos el caso de Cantabria (y este fenómeno se repite en otros territorios similares al cántabro), observamos cómo cada vez más un altísimo porcentaje de su población se concentra en torno a la franja costera, mientras que la zona interior se caracteriza por su baja densidad de población, con algunas escasas excepciones. Incluso, en las zonas más montañosas, nos encontramos con serios riegos de despoblamiento, que en algunos casos puede llegar a ser absoluto. Y ello es algo común al resto de España, dónde cada vez más aumenta la superficie despoblada de una manera más que preocupante. Por ejemplo, un estudio publicado en 2012 por la Red Asturiana de Desarrollo Rural alertaba de que “la despoblación avanza en el medio rural de Asturias, abandonado cada año por 15.000 habitantes”.
Y ello provoca en mi opinión un alto desequilibrio territorial, que conlleva a su vez la consolidación progresiva de las diferencias de tipo social, económico, de servicios, etc. Como plasmara el catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Cantabria (UC) Pedro Reques, “los valles del interior, a excepción del valle del Besaya, representan la periferia regresiva. Y es a medida que el tamaño de la entidad de población disminuye, cuando la crisis demográfica más se acentúa, favorecida por una falta de dotación de servicios, problemas de accesibilidad y sensación de aislamiento, dificultades para el matrimonio, la falta de oportunidades laborales, etc.”.
Ello nos dibuja un escenario no excesivamente prometedor para el medio rural, que corre el peligro de convertirse en un escenario de ocio y descanso para la población urbanita. Pero afortunadamente, no todo es negativo, y en los últimos tiempos estamos asistiendo de algún modo a una reinvención del medio rural y de sus pobladores, que hacen mirar al futuro con un cierto optimismo.
4. Efectos secundarios de la crisis: la vuelta al campo.
En este sentido, también habría que tener en cuenta que los últimos años, numerosos nuevos o viejos pobladores han llegado al medio rural como consecuencia de la severa crisis económica que ha sacudido globalmente la economía mundial. Así, el campo, que durante décadas ha sufrido la despoblación y el desaprovechamiento de los recursos naturales, se ha convertido actualmente en una tabla de salvación para bastantes familias y personas. Pero en el campo también vive gente que siempre estuvo ahí, que nunca se fue, y que lucha por seguir viviendo con dignidad en su territorio. Y pienso que todos ellos, los nuevos y los viejos pobladores, tienen que ser los actores de su propio futuro, un futuro en el que puedan vivir y desarrollarse con dignidad.
5. Apostar por el medio rural. Un reto colectivo.
Y es en este contexto en el que se hace necesaria una apuesta decidida por el medio rural y por sus habitantes. Porque el medio rural tiene que tener las mismas oportunidades que otros territorios, y todos los ciudadanos somos iguales en cuanto a derechos y obligaciones. Además, el campo ofrece un amplio abanico de oportunidades a sus habitantes, por no hablar de la alta calidad de vida de la que gozan quienes viven en el mismo.
Por todo ello adquieren pleno sentido los esfuerzos que distintos actores públicos y privados vienen realizando desde hace años e incluso décadas en nuestro país. Aquí hay que tener en cuenta que las medidas de política rural de la Unión Europea son determinantes en este sentido, pues movilizan la mayor parte de los fondos financieros existentes. Más de dos décadas después de su nacimiento, la metodología participativa LEADER ha demostrado ser un eficaz instrumento de dinamización socio-económica de los territorios rurales, empoderando al medio rural para que sea tenido en cuenta en las decisiones del nuevo modelo global.
Concretamente, los Grupos de Acción Local, como representantes de la sociedad en sus respectivos ámbitos territoriales, ya trabajan con las vistas puestas en el horizonte 2020, articulando Estrategias de Desarrollo adaptadas a los recursos y necesidades de cada territorio. Nada menos que 20 años lleva trabajando de forma intensa la Red Española de Desarrollo Rural, una entidad referente a nivel nacional e internacional, conformada por 11 redes territoriales que engloban a más de 170 Grupos de Acción Local (o Grupos de Desarrollo Rural) de toda España, los cuales gestionan Programas relacionados con el desarrollo rural.
La amplia experiencia de los Grupos de Acción Local ha servido de campo de pruebas para el nuevo escenario que está por llegar, donde prevalecerán los criterios de la multifuncionalidad y la gobernanza. El futuro está por escribir, y como reza el título de este post, se hace más que nunca necesaria una apuesta sin fisuras de todas las partes implicadas en el medio rural, ya que todos nos jugamos mucho.
Deja tu comentario