Se ha dejado pasar una magnífica oportunidad para modernizar la gestión del agua en nuestro país.
1. La Directiva Marco del Agua pudo suponer una revolución en la forma de ejercer la gobernanza del agua.
En esta ocasión voy a realizar una valoración personal de lo que ha supuesto hasta ahora (enero de 2014), la aplicación de la Directiva Marco del Agua en España (en adelante, DMA). En primer lugar, hay que recordar que la DMA de 23 de octubre de 2000, se traspuso al ordenamiento jurídico español a través de la Ley 62/2013 (Ley de Acompañamiento a los Presupuestos Generales del Estado), con lo cual ya se hizo de una manera un tanto accidentada.
El espíritu inicial de la DMA suponía un cambio de enfoque sin precedentes en la gestión del agua y sus ecosistemas asociados. Además del objetivo fundamental de recuperar el buen estado ecológico de las masas de agua (ríos, acuíferos, estuarios y costas), la Directiva se centraba en otros dos aspectos fundamentales: por un lado, la recuperación integral de los costes asociados a los usos y servicios de agua; por otro, la participación pública en los procesos de decisión en materia de planificación hidrológica.
La DMA establecía distintos hitos y etapas en el proceso de su implantación, y desde la perspectiva que da el paso del tiempo, se puede consideran que los plazos originalmente previstos han sido sistemáticamente incumplidos. Hay que tener muy presente que tales incumplimientos han dado lugar a sanciones europeas al Estado español por su retraso en la aplicación de la DMA.
2. Balance de 10 años de implantación de la DMA en España.
Transcurridos 10 años desde la entrada en vigor de la DMA en España, corresponde realizar un balance de lo que ha supuesto su implantación en nuestro país. En este sentido, existen diversos artículos y análisis que abordan de manera muy certera tal cuestión. Y en este sentido, quiero aprovechar para reconocer y agradecer el gran trabajo que desde hace años se viene haciendo por parte de organizaciones sociales como la Fundación Nueva Cultura del Agua, que desde 2006 viene desarrollando el Observatorio de Seguimiento e Implementación de la DMA en las distintas demarcaciones hidrográficas españolas. En 2013 pasó a denominarse Observatorio de Políticas de Agua, y sus imprescindibles informes pueden ser consultados en esta dirección: http://www.fnca.eu/oppa
La visión que a continuación voy a plasmar acerca del resultado de 10 años de aplicación de la DMA en España es subjetiva y personal, y es fruto tanto de mi experiencia profesional en proyectos como la Oficina de Participación Hidrológica de Cantabria, como de mi participación en redes y grupos de trabajo como el anteriormente citado Observatorio de Seguimiento e Implementación de la DMA, y de mi pasión personal por todo lo relacionado con la protección de los recursos naturales.
Sin entrar en valoraciones excesivamente técnicas (me remito para ello a los enlaces web incluidos en este artículo), me gustaría responder a una pregunta: ¿ha cumplido la DMA el de alcanzar una mejora sustancial en los ecosistemas acuáticos de todos los países de la Unión Europea antes de 2015?. A un año de alcanzar dicho hito temporal, mi respuesta es una rotunda negativa, y creo que no exageramos si afirmamos que al menos hasta ahora, hemos fracasado en cuanto a la aplicación de la DMA en España se refiere.
Para alcanzar los objetivos ambientales de la DMA, los Estados miembros de la Unión Europea se han dotado de planes de gestión (en España, Planes de Demarcación Hidrográfica) que debieran haberse gestado con el mayor consenso posible entre los agentes sociales para haber alcanzado una mejora efectiva en la calidad de los ecosistemas acuáticos. Dichos Planes dan cuerpo al nuevo ciclo de planificación del agua y sus ecosistemas en España entre 2011 y 2015, el primero que se ha llevado a cabo íntegramente en el marco de una política y directrices de escala europea y con una orientación hacia la sostenibilidad y la valoración del agua como recurso ambiental.
Los citados Planes de Demarcación Hidrográfica, además con aprobarse con años de retraso sobre los plazos previstos (España ha sido uno de los países europeos que mayor retraso ha acumulado), han sido ampliamente cuestionados por los distintos agentes relacionados con la gestión hídrica. Si bien se han alcanzado logros significativos en la modernización de la gestión del agua, cómo más adelante señalaremos, las cuencas españolas están hoy lejos de alcanzar tal objetivo. Se suele decir que una imagen vale más que palabras, y creo que ello se demuestra a la perfección si observamos esta imagen del río Tajo a su paso por la ciudad de Toledo en pleno 2013 (cedida amablemente por https://twitter.com/golindelasenda).
Hay que reconocer que en España la situación de las cuencas es muy variopinta, en función de sus impactos, usos y explotación, gestión realizada, etc. Existen casos sangrantes, como la situación del río Tajo, uno de los emblemas de la Península Ibérica, y cuya situación es absolutamente deplorable. Para recabar más información al respecto, recomiendo conocer la ingente labor de colectivos sociales como la Plataforma en Defensa de los Ríos Tajo y Alberche o la Red del Tajo
Como anteriormente se apuntaba, estos 10 años de aplicación de la DMA en España también han supuesto notables mejoras (sería lamentable que no hubiera sido así, por otra parte) en lo que podríamos llamar la “gobernanza del agua” en nuestro país. Algunos de los principales avances que, desde mi punto de vista, se han producido como consecuencia de la DMA, son entre otros los que enumero a continuación:
- Conseguir un amplio debate social sobre el agua. Más allá de conflictos históricos en determinadas cuencas (Tajo, Segura, Ebro y su delta, etc.) y su habitual repercusión mediática, se ha conseguido que tanto los medios como la sociedad en su conjunto se hayan familiarizado con los aspectos relacionados con la gestión del agua.
- Los procesos participativos desarrollados en el contexto de la elaboración de los nuevos Planes, a pesar de sus limitaciones y dificultades, han contribuido además de a ese debate social anteriormente citado, a una mayor democratización de la gestión del agua y su gobernanza. Cabe destacar en este sentido, el alcance de los procesos participativos desarrollados en comunidades como Cantabria, Cataluña, o Navarra.
- Conceptualmente, la DMA también ha conseguido que conceptos como “unidad de cuenca”, “recuperación de costes”, “caudal ecológico”, “programa de medidas”, o “ecosistemas hídricos”, entre otros, hayan sido reflejados en los instrumentos normativos, de gestión, educativos, etc.
- La administración hidráulica ha realizado un esfuerzo importante para adaptarse a los mandatos de la DMA. Ello se ha puesto de manifiesto por ejemplo en las Confederaciones Hidrográficas, organismos que históricamente han sido tachados de opacos, dónde las Oficinas de Planificación Hidrológica se han dotado de equipos de trabajo multidisciplinares que han contribuido a modernizar tanto los procesos de trabajo como los resultados de los mismos.
3. Mirada al futuro: el segundo ciclo de planificación.
Transcurrido un breve período de tiempo desde la aprobación de la mayoría de los Planes de Demarcación Hidrográfica, y a pesar de los múltiples problemas para la aplicación de la DMA en nuestro país, ya se encuentra en marcha el segundo ciclo de planificación previsto por la directiva, que culminará con la aprobación de los nuevos planes de cuenca con vigencia desde el año 2015 hasta el 2021
Es de esperar que España sea capaz de superar los problemas encontrados en el camino de la aplicación de la DMA, y que aprovechando el bagaje de 10 años de trabajo conjunto, en un periodo razonable de tiempo nos incorporemos a la nueva era de la gobernanza del agua conforme a los criterios de sostenibilidad que en su momento introdujo la DMA. El camino es largo y no estará exento de dificultades, pero la salud de nuestros ecosistemas acuáticos bien merece el esfuerzo de todas las partes implicadas, porque todos saldremos ganando.
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