Muchos años han pasado desde la incorporación del procedimiento de Evaluación de Impacto Ambiental (EIA) a nuestro ordenamiento jurídico, encontrándose ya derogado el Real Decreto Legislativo 1302/1986 como primera normativa que reguló este procedimiento en nuestro país y que actualmente está amparado por el Real Decreto Legislativo 1/2008.
Con ello la normativa que cuenta con mayor antigüedad relativa a EIA y con vigencia actual es la que se desprende del Reglamento que precisamente desarrolló al mencionado RD 1302/1986, esto es el Real Decreto 1131/1988, de 30 de septiembre, del cual se cumple este año sus “bodas de plata”.
En todo este tiempo han sido numerosos los proyectos que han sido sometidos a este procedimiento e innumerables las contingencias que se han derivado de la aplicación de dichos procedimientos lo cual ha ayudado a incrementar el “know-how” de esta herramienta.
No obstante, a lo largo de este post nos centraremos en un importante aspecto sobre el que a nuestro juicio aún queda margen de mejora, aún después de pasado un cuarto de siglo de EIA, nos referimos a la vigilancia ambiental.
La vigilancia ambiental es una de las actuaciones que en procedimiento de EIA debe tener una mayor importancia y que a su vez se encuentran más infravalorada por gran parte de los promotores, entre los que existe la creencia generalizada de que el procedimiento de EIA finaliza con la Declaración de Impacto Ambiental. Nada más lejos de la realidad, ya que el considerable esfuerzo realizado durante una evaluación de impacto ambiental, plasmado mayoritariamente en un estudio de impacto ambiental, debe tener una continuidad que asegure que las conclusiones/requisitos establecidos en dicha evaluación son realmente tenidas en cuenta y ajustados a la predicción realizada.
De este modo, la importancia de la vigilancia ambiental se puede apreciar ya desde su definición, puesto que será la herramienta que sin duda evalúe realmente los impactos que un proyecto puede ocasionar sobre el medio. Los estudios de impacto ambiental (y la documentación aneja) únicamente valoran o predicen los impactos que un proyecto “potencialmente” podrá ocasionar sobre el medio, siendo la vigilancia ambiental la herramienta que constata la realidad del mismo, comprobándose los impactos reales sobre el medio y por tanto la calidad y bondad de ajuste del estudio de impacto ambiental.
No es el único beneficio que reside en la vigilancia ambiental, ya que esta práctica permite comprobar la adecuación de las medidas correctoras/protectoras/compensatorias que se propongan durante la EIA. Este aspecto cobra especial importancia en proyectos de índole pública, en los que en ocasiones y dada su gran entidad o magnitud, suponen la inversión de importantes cuantías económicas que provienen del erario público y que se plasman en la adopción de medidas correctoras o mitigadoras, que en algunos casos o no son funcionales o bien se encuentran incorrectamente diseñadas, lo que no que no deja de ser en cierta manera un derroche de dinero público. La vigilancia ambiental de los proyectos permite analizar cuales son las medidas con una mayor o menor funcionalidad, y en base a ello prestar suficiente información y experiencia para poder implementar una adopción de medidas correctoras idóneas o adecuadas asociadas a proyectos concretos a futuro, aumentando con ello la rentabilidad y eficiencia.
Enlazando con lo anterior, cabe recapacitar en este punto sobre cuál es el destino de la información recabada en las labores de vigilancia ambiental llevadas a cabo en los muchos proyectos en todo este tiempo. En este sentido, apreciamos una falta de estandarización/homogeneización en la recopilación y procesado de esta información, carencia en gran parte achacable a los diferentes órganos sustantivos y sobre todo órganos ambientales de la propia administración (art. 18 RDL 1/2008).
Consideramos que la realización de una correcta vigilancia ambiental es una oportunidad perfecta para recabar información de un territorio que pueda ser aprovechada para ulteriores proyectos y actuaciones, y en este caso hacemos hincapié en la multitud de datos recopilados en las vigilancias ambientales tanto en fases de obras como en la explotación, que son relativos al medio natural. Vaya por delante, que se asume que esas vigilancias han de ser realizadas por personal especializado que den validez y calidad a los datos registrados.
De esta manera, la realización por ejemplo de prospecciones de mortalidad y censos específicos de fauna asociados a las labores de vigilancia ambiental de proyectos en explotación (p. ej parques eólicos), en muchos casos desarrollados gracias a un considerable esfuerzo en el muestreo, permiten registrar datos actuales sobre la distribución y conservación de especies de interés, información que en todo caso podría ser recopilada en bases de datos estandarizadas por parte de los órganos ambientales, tarea que a día de hoy únicamente se realiza en muy contadas ocasiones.
Esta recopilación de datos cobra especial importancia en un época en la que, debido a la crisis actual, prácticamente no se realizan censos oficiales de especies de interés, lo que supone una importante limitación en la EIA de proyectos, ya que durante las labores de gabinete y recopilación de información bibliográfica se utiliza la información de estos censos oficiales; en muchos casos con cierta antigüedad y que no reflejan la situación actual de algunas poblaciones (p. ej una de las especies más representativas de la Comunidad Autónoma de Castilla y León, la avutarda común, no cuenta con censo oficial desde 2008).
Por todo ello, consideramos que la vigilancia ambiental se constituye en una herramienta básica dentro del procedimiento de EIA, que permite por un lado comprobar la calidad y bondad de ajuste de los estudios realizados dentro de este procedimiento y por otro generar un “feedback” de información. La implementación y correcto aprovechamiento de la información así recabada, sin duda supondría una notable mejora en la calidad del proceso de EIA, aumentando la eficiencia del mismo y por tanto una correcta integración de los proyectos en el entorno.
Este post fue originalmente publicado en el blog de Ambinor y se reproduce con permiso de sus autores.
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