Continuamos con la historia en la que Luis, Director Comercial en una conocida Compañía de Logística asiste por primera vez a una convención en la que se aplican criterios de sostenibilidad. Puedes leer la primera parte aquí Tras la primera parte de la convención, llega la hora de la comida. Una vez más, Luis se ve sorprendido, esta vez por el servicio de catering que sirve el almuerzo de empresa de este año. A diferencia del «taco de solomillo de buey sobre lecho de nosequé» de otros años, este año se encuentra con que en cada mesa hay una pequeña nota explicativa que dice que con el menú seleccionado este año, se ha perseguido la disminución de la huella ecológica del catering del evento. Empleo de productos de temporada y producidos en las cercanías de la ubicación del evento, uso de materias primas producidas bajo los criterios de ganadería y agricultura ecológica, selección de alimentos con baja huella hídrica, etc, son sólo algunos de los criterios que han condicionado el menú de este año. Además, según se indica en la nota explicativa, este año se ha optado por una empresa de catering que ha podido avalar un comportamiento responsable en lo que a gestión de residuos, comida que sobra en el evento, ahorro energético y buenas prácticas de contratación de su personal laboral se refiere.
Y vaya que si esto del evento sostenible iba en serio, pues por ejemplo se eliminó la dispensación de cualquier tipo de alimento o bebida en envase monodosis, para reducir el consumo y la generación de residuos de envases, imaginó acertadamente Luis. Durante la comida, Pablo, un compañero le comentó como para la convención se había diseñado todo un plan para consumir la menor energía posible, y que iba desde la selección de fuentes de energía con baja huella de carbono hasta la adopción de medidas de ahorro energético del tipo detectores de presencia en zonas de paso o regulación de la climatización de las salas empleadas.
A esta altura de la convención Luis ya empezaba a entender un poco mejor que era todo eso de los eventos sostenibles que le comentó hace unos días María, la Directora de Comunicación de la Compañía, y la verdad es que todo ello le hacía sentirse un poco especial, y la sensación de que estaba participando en algo diferente, en algo mejor, iba cobrando fuerza en su interior. ¡Y se sentía bien con ello!.
Pero una de las cosas que llamó más la atención de Luis fue que durante toda la convención se hizo un especial esfuerzo en transmitir a todos los asistentes mensajes de sostenibilidad. Y no lo pensó sólo por lo de la notita informativa del catering, sino otro tipo de detalles tales como que durante el discurso de uno de los ponentes de la convención se hiciera mención a la necesidad de mejorar el medio ambiente y la sociedad, o que se colocaran carteles de papel reciclado en los aseos para concienciar sobre cuanto cuesta obtener un litro de agua potable y la necesidad de ahorrar este preciado bien.
Estaba claro que la empresa había realizado un importante esfuerzo para organizar un evento sostenible y, como no, quería comunicarlo a sus trabajadores, al mismo tiempo que aprovechaba el evento para sensibilizarles en temas de sostenibilidad.
– «Luis, ¿te apuntas a lo del sábado, no?» – le preguntó Juan, el Director de Recursos Humanos, durante el café de la tarde.
– «¿Lo del sábado?, ¿qué es lo del sábado?» – contestó sorprendido Luis.
– «¿No te lo han comentado?» – respondió Pablo – «Este sábado vamos a la Sierra de Javanillos a plantar alcornoques para compensar la huella de carbono del evento. Ya sabes, plantamos árboles para neutralizar el CO2 que hemos emitido durante la celebración del evento. La empresa se ha tomado muchas molestias en realizar el cálculo de esta huella de carbono de este evento, ¿sabes?».
Llega la noche y Luis vuelve a su casa. Durante todo el fin de semana siguiente reflexiona sobre las ideas que se transmitieron en la convención anual, y no en pocas ocasiones se sorprende recordando varios de los mensajes sobre sostenibilidad que se predicaron con el ejemplo durante la convención.
– «Ahorro energético… igualdad… alimentos de cercanía… quizás estas deberían ser variables que no sólo se deban aplicar a los eventos sostenibles, sino que también deban ser aplicadas a nuestras vidas cotidianas», fue una de las reflexiones que sorprendieron a Luis. «Igual yo debería plantearme poner en marcha acciones de sostenibilidad en mi trabajo cotidiano que ayudaran a mis compañeros y subordinados a ser más sostenibles, ¿será el comienzo de una cadena?; a lo mejor la filosofía de sostenibilidad se transmite mejor por el boca a boca y el ejemplo, que por las conferencias y por los cursos de formación que nos da la empresa», concluyó Luis.
– «Asistir a un evento sostenible me ha ayudado a darme cuenta de cosas que antes me pasaban desapercibidas. Las personas deberían estar más expuestas a los eventos sostenibles, de esa forma se podrían contagiar también de este mismo espíritu de sostenibilidad que me está haciendo plantearme cosas que antes no consideraba», fue otra de las reflexiones que empezaron a ocupar un hueco en la conciencia de Luis. «Los conciertos, los festivales, las exposiciones, los rodajes cinematográficos, las campañas electorales, son sólo algunos de los eventos que se pueden realizar con criterios de sostenibilidad y que servirían para contagiar de sostenibilidad a más y más gente».
En esas estaba el domingo por la tarde cuando oyó el portazo característico que anuncia la entrada de su festivalero hijo Nacho. – «¿Qué tal hijo, como ha ido ese festival?. ¡Vaya ojeras traes, y se te ve más delgado!. Por lo que veo has aprovechado el festival, ¿no?» – le comentó con un fuerte tono de sarcasmo a su hijo.
– «Jo papá, ¿parece que tú nunca hayas sido joven?.» – le contestó su hijo – «He disfrutado todo lo que he podido sí, pero también he hecho otras cosas». – «Ah sí, ¿como qué?» – le preguntó entre sorprendido e irónico Luis. – «Pues mira, en el festival al que he ido había unos talleres paralelos para trabajar en desarrollo sostenible. Mis amigos y yo fuimos a uno sobre el uso de la bicicleta en el medio urbano que estuvo bastante bien y a otro sobre alimentación ecológica que moló un montón». – «Ah!» – exclamó estupefacto Luis, que hasta ese momento había imaginado a su hijo en el festival dando saltos como un energúmeno – «¿eso se hace en un festival?, yo siempre había imaginado que esos sitios eran macrobotellódromos de proporciones faraónicas». – «A veces ocurre eso, lo que pasa es que el Kika Music Festival es un festival que se desarrolla bajo criterios de sostenibilidad» – continuó Nacho – «y todos los años se imparten talleres y charlas a los asistentes para que se les empape un poco la cultura de la sostenibilidad».
En este momento a Luis se le abrieron los ojos. ¿Su hijo en un festival sostenible?, ¿la sostenibilidad llevada al gran público a través de un macroevento?. Al final no iba a estar tan descaminado con esa idea que le rondaba la cabeza sobre el empleo de los eventos multitudinarios para fomentar cambios en los hábitos de sostenibilidad de la sociedad.
– «Nacho, y eso de un festival sostenible, ¿trata sólo de impartir una serie de talleres sobre temas de sostenibilidad?» – preguntó Luis intrigado.
– «No papá, no es eso sólo, hay más cosas» – en este momento Nacho se disponía a hacerse el interesante delante de su padre al darse cuenta del inusitado interés que le había despertado – «el Kika Music Festival se caracteriza por varias cosas más. Lo contaban en su página web» – continuó explicando Nacho – «se fomenta el empleo de medios de transporte compartido para disminuir las emisiones de CO2 que acarrea el festival, ya sabes, metro, bus, coche compartido y todo eso».
– «Las personas con algún tipo de discapacidad tienen una zona reservada para ellos para que puedan disfrutar del festival como dios manda» – continuó dando Nacho sus explicaciones a su padre – «y nos hicieron especial hincapié en no molestar a los vecinos durante nuestras incursiones al pueblo para comprar comida o bebida. ¡Ah!, y toda la zona de acampada y de escenarios estaba llena de contenedores para recogida selectiva de residuos y de carteles en donde se explicaba cómo hacer la separación de envases y todo eso. Molaba tanta información, la verdad». – «Nacho, la verdad es que me dejas un poco de piedra, pero dime, ¿todo el mundo hacía caso de los rollos esos de sostenibilidad?» – le preguntó a Nacho su padre. – «Bueno, tú ya sabes como son estas cosas, todos no, pero un colega que asiste al Kika desde la primera edición me dijo que a lo primero el festival era un caos, pero que poco a poco van mejorando estos temas y en cada edición hay mejoras.
De hecho al final del festival se elabora una memoria final sobre la sostenibilidad del mismo y se hace un balance de resultados, con miras a mejorar para futuras ediciones. Esto de los festivales sostenibles es tendencia, y algún día se acabará imponiendo, ya sabes.» – concluyó Nacho – «Bueno papá, me voy a la cama que tengo sueño que recuperar hasta el mes que viene».
– «Adiós hijo». Luis apuraba la infusión de té que se había preparado mientras meditaba sobre lo que le había contado Nacho y sobre las ideas que le habían surgido tras la convención sostenible de su empresa. «Al final va a ser verdad» – pensó – «los eventos sostenibles hacen visible al gran público la sostenibilidad y esta visibilidad les influye y les hace tornar sus hábitos de vida hacia modelos de comportamiento más sostenibles y responsables. Sí, debe ser así, los eventos sostenibles hacen cambiar a la Sociedad… hacen mejorar a la Sociedad… hacen avanzar a la Sociedad» – reflexionó Luis.
Meditabundo, Luis apuró su taza de té y decidió que, en adelante, intentaría ir al trabajo en metro, al menos una vez a la semana… por algo se empieza, ¿no?.
Alberto Gómez colabora con el Instituto Superior del Medio Ambiente como docente de los cursos Gestión de Eventos Sostenibles con ISO 20121: 2012
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