El ejemplo más evidente y cercano de la dificultad para medir la sostenibilidad podemos encontrarlo en el cuestionado estudio que presentaba a Madrid como la ciudad más sostenible de España, publicado el mismo año que Vitoria-Gasteiz disfruta del reconocimiento European Green Capital o que Rivas Vaciamadrid es reconocida como la ciudad más sostenible por la Fundación Forum Ambiental.
Así, decir que una ciudad es más sostenible que otra dependerá, fundamentalmente, de los criterios que utilicemos a la hora de realizar la comparación. Y, para bien o para mal, cuando relativizamos la cuestión, reduciéndola a un listado de más o menos sostenible, estamos obviando el problema medir la sostenibilidad en términos absolutos. Ciertamente, la cuestión de fondo puede estar en una definición de sostenibilidad que nos ayude a a medir adecuadamente.
Lo que no se define no se puede medir.
Lo que no se mide, no se puede mejorar.
Lo que no se mejora, se degrada siempre.William Thomson, Primer barón de Kelvin.
Pero todas las aproximaciones a la sostenibilidad, incluyendo la definición más popular de desarrollo sostenible enunciada en el Informe Brundtland, están impregnadas de la incuantificable inspiración que emana de la utopía.
¿Quiere decir esto que no podemos medir la sostenibilidad? Pues, efectivamente, no contamos con una herramienta que nos permita dimensionar la sostenibilidad. Pero sí disponemos de indicadores que nos ayudan a evaluar si determinados procesos avanzan o no en la dirección y el sentido adecuados para dejar a las generaciones siguientes un entorno en el que puedan satisfacer sus necesidades.
La propia realidad del desarrollo sostenible hace que no sea un mero programa institucional con objetivos cuantificables. Las actitudes personales y las iniciativas ciudadanas informales juegan un papel clave difícilmente medible por los instrumentos tradicionales de toma de datos en materia de medio ambiente. Siendo relativamente fácil encontrar, en diferentes fuentes de información, distintos valores para el mismo dato referido al mismo periodo temporal, para aspectos críticos en la gestión municipal, como son los relativos a la gestión de residuos, ¿cómo podríamos recoger de forma fiable el impacto de las formas alternativas de consumo organizan en torno a cooperativas informales de productores y usuarios finales?
Por todo ello, en el curso Agenda 21 y Herramientas de Sostenibilidad dedicamos un capítulo importante a los indicadores, a la reflexión sobre qué aporta en los procesos de toma de decisiones y a sus limitaciones. Por muy buenos que sean los indicadores que propongamos, la disponibilidad de datos adecuados para su cálculo, la escala a la que se puedan aplicar o el nivel de detalle con el que nos informen de la realidad son aspectos clave en cuanto a su utilidad en procesos de sostenibilidad local.
Quizá no podemos medir la sostenibilidad, pero sí que podemos conocer los instrumentos disponibles para poner en marcha procesos que mejoren la calidad de vida de nuestros vecinos presentes y futuros, evitando el deterioro permanente de nuestro entorno.
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