La traducción literal de Black Friday es viernes negro y, me atrevo a decir que, para el medio ambiente esta interpretación viene al pelo.
Dejando de lado las connotaciones que este día tiene sobre la tendencia creciente que se nos está creando a la sociedad de comprar y comprar, muchas veces sin necesidad y por el mero hecho de estar a la última – y porque parece que está más barato- el viernes negro tiene consecuencias muy negativas para el medio ambiente.
Por citar algunos ejemplos sencillos, este consumo disparado y disparatado contribuye notablemente a la crisis climática que sufrimos. Muchas de las compras que realizamos estos días se hacen de forma online. Esto conlleva un aumento considerable de los servicios de mensajería y el impacto y huella de carbono asociada a estos desplazamientos más que relevante. Para mi, algo que resulta incomprensible es que cuando haces una compra de varios productos a la vez, estos no se agrupan en la entrega, sino que puedes recibir al mensajero tantas veces distintas como objetos hayas encargado.
Lo mismo con el incremento de los residuos que se generan. Este comercio online hace que los embalajes en los que recibimos los paquetes se conviertan en otro problema. Además del aumento en la generación de residuos de papel y cartón, en estos paquetes hay envoltorios de plástico de usar y tirar, que se incorporan para proteger la mercancía, y que no hacen más que acrecentar un problema que ya tenemos que es la de residuos y la gestión adecuada de los mismos. En muchas ocasiones, tanto la caja de cartón, como los plásticos de dentro del paquete son excesivos e innecesarios y se podrían evitar muchos de ellos sin que la integridad de lo comprado se encuentre amenazada.
Igualmente, la cantidad de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) se ve incrementada de gran manera, pues muchas de las ofertas que se realizan en este día son de este tipo de productos. Esto ocasiona que aquellos que estábamos usando hasta este momento pasen a ser desechados, aun funcionando todavía. Es importante que los residuos de estos productos se gestionen correctamente, por lo que si nos vemos en la necesidad (o capricho) de deshacernos de ellos, por lo menos hagámoslo adecuadamente.
Por un consumo más responsable
Con esto no quiero más que llamar la atención sobre el hecho de que debemos ser más racionales a la hora de dejarnos llevar por supuestas rebajas y tradiciones importadas y valorar realmente nuestra necesidad de adquirir nuevos productos. Y en el caso de que esto sea imprescindible intentar hacerlo de la manera menos contaminante y más sostenible posible.
Para ello podemos, lo primero de todo, intentar arreglar o reparar aquellos objetos antes de comprarlos nuevos. Otra posibilidad sería el intercambio y por último consumir en locales y tiendas de proximidad en lugar de en comercios online que nos ahorra muchos de los problemas comentados y nos permite ayudar a nuestros vecinos.
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