A pesar de que a millones de personas se les dijo que usaran mascarillas, se les dio poca orientación sobre cómo deshacerse de ellas o reciclarlas de forma segura. Sin unas mejores prácticas de eliminación, se avecina un desastre medioambiental.
La basura de mascarillas aumentó un 9.000% entre marzo y octubre de 2020, lo que demuestra una relación directa entre las legislaciones nacionales y la aparición de residuos desechados que incluían mascarillas y otros equipos de protección personal relacionados con la COVID-19.
Los investigadores de la Universidad de Portsmouth, en Reino Unido, instan a los gobiernos a establecer políticas y legislación para la eliminación de las mascarillas desechadas al hacer obligatorio su uso.
El estudio, publicado en la revista ‘Nature Sustainability’, se basa en los resultados de dos bases de datos de código abierto: la ‘COVID-19 Government Response Tracker’ y una aplicación de recogida de basura llamada ‘Litterati‘.
Más de dos millones
Según el estudio, se recogieron más de dos millones de piezas de basura en 11 países (España, Francia, Alemania, Bélgica, Países Bajos, Reino Unido, Suecia, Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda), que contaban con una serie de respuestas políticas de COVID-19.
Utilizando estas bases de datos, los investigadores pudieron trazar un mapa de las respuestas políticas de los países y obtener una línea de base de las proporciones de basura desde septiembre de 2019 hasta los primeros seis meses de la pandemia.
El investigador principal, el doctor Keiron Roberts, profesor de Sostenibilidad y Medio Ambiente en la Universidad de Portsmouth, resalta que, «en general, el estudio muestra el impacto que la legislación sobre el uso de artículos como las mascarillas puede tener en su aparición como basura».
Campañas de educación
«Hemos comprobado que las mascarillas usadas aumentan de forma exponencial a partir de marzo de 2020, lo que se traduce en un aumento de 84 veces para octubre de 2020 -subraya-. Hay una clara necesidad de garantizar que la exigencia del uso de estos artículos vaya acompañada de campañas de educación para limitar su liberación en el medio ambiente».
Explicando los antecedentes de la investigación, el doctor Roberts comenta que «los impactos negativos de la COVID-19 en nuestra vida cotidiana son bien conocidos. En abril de 2020, empezaba a parecer que había algunos pequeños aspectos positivos en la disminución de la actividad humana provocada por el confinamiento, con mejoras en la calidad del aire y del agua. La reducción de la actividad humana también vio los informes de animales que volvían a pueblos y ciudades. Al mismo tiempo, empezaron a surgir informes sobre la aparición de mascarilla y guantes en playas y calles, donde antes no estaban».
La proliferación de mascarillas se disparó en junio
En el estudio se observó que de enero a marzo a medida que los países luchaban por conseguir EPI adecuados, la orientación era distanciarse social y físicamente; de marzo a mayo los confinamientos más severos se produjeron durante este periodo, por lo que la basura de mascarillas era escasa pero iba en aumento, mientras de junio a octubre la OMS recomendó el uso de mascarillas unido a la relajación de muchas medidas de encierro, y por lo tanto a un aumento de las libertades de la gente. La proliferación de mascarillas aumentó de forma espectacular en estos meses.
Poca orientación sobre prácticas de eliminación
El profesor Steve Fletcher, director de Revolution Plastics en la Universidad de Portsmouth, destaca que, «a pesar de que a millones de personas se les dijo que usaran mascarillas, se les dio poca orientación sobre cómo deshacerse de ellas o reciclarlas de forma segura. Sin unas mejores prácticas de eliminación, se avecina un desastre medioambiental», alerta.
La mayoría de las mascarillas se fabrican con materiales plásticos de larga duración, y si se desechan pueden persistir en el medio ambiente durante décadas o cientos de años. «Esto significa que pueden tener una serie de impactos sobre el medio ambiente y las personas», advierte.
Vector viral potencial de transmisión
Casi toda la basura es evitable, pero a menudo el impacto sólo parece ser visual. Los impactos directos de la basura en el mundo que nos rodea son múltiples, explica. Así, a corto plazo la basura actúa como un vector viral potencial para transmitir la COVID-19 y si entran en las alcantarillas pueden provocar atascos al enredarse con otros elementos como las hojas.
A medio plazo, en el caso de los animales grandes, pueden enredarse y asfixiarse, y si se las comen pueden causar complicaciones. Además, el lugar en el que cae la basura puede asfixiar a organismos más pequeños y a la vida vegetal.
Microplásticos
Finalmente, a largo plazo, una vez en el medio ambiente, los objetos tirados pueden seguir teniendo los impactos mencionados anteriormente, con el añadido de convertirse en una vía de transmisión de otros contaminantes. Si están hechos de plástico, acaban convirtiéndose en microplásticos y tienen el potencial de entrar en la cadena alimentaria.
El doctor Roberts concluye que hay que evitar que esta basura pandémica se convierta en un legado duradero. «Hay dos mensajes importantes que aprender de este estudio -resume-. En primer lugar, la COVID-19 fue un factor importante en la aparición de la basura de mascarillas y, en segundo lugar, las políticas gubernamentales y la legislación pueden tener un gran impacto en la composición de la basura. Las nuevas políticas deben contar con un asesoramiento bien estructurado y, sobre todo, con infraestructuras que ayuden a eliminar los residuos», reclama.
«Dado que los países utilizan las máscaras para apoyar las interacciones sociales, deben apoyar la eliminación segura de esta basura y, de paso, también del resto de la basura», concluye.
Fuente: EcoAvant
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